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Alba Villamediana
Psicóloga del Deporte
​Alumna Prácticas MPGS en NB Psicología

“Mens sana in corpore sano” (Mente sana en un cuerpo sano) proviene de un poema escrito entre los siglos I y II d.C. dejando patente, ya desde esa época, la necesidad de un equilibrio entre el bienestar físico y psicológico. 

La práctica de actividad física está cobrando un gran protagonismo en el día a día de las personas del S.XXI y cada vez  le otorgamos más importancia en promoción de la salud física. Pero, ¿y en la salud mental?

En relación a este balance cuerpo-mente, el deporte aporta grandes beneficios, siempre y cuando sea usado de una manera sana y equilibrada. Entre sus contribuciones destaca la ayuda al bienestar de la persona, favoreciendo un mejor  estado de ánimo y autoestima, disminución de la ansiedad, depresión, y un mejor funcionamiento cognitivo.

En jóvenes mejora el rendimiento académico, regulando la actividad cerebral y contribuyendo a una mejor organización y establecimiento de rutina de estudio (teniendo que organizar las horas deportivas con las responsabilidades académicas). Además, en adolescentes, el ejercicio físico genera una mejor imagen corporal propia, aspecto que se relaciona con el aumento de la autoestima.

En adultos, varios estudios han demostrado que la actividad física favorece la creatividad y la eficacia en el trabajo. También se ha demostrado que la actividad física contribuye a la mejora en la memoria ayudando a los procesos de recuperación de información. 

Por último, un mejor estado de forma ayuda a las personas mayores a sentir mayor control sobre sí mismos, sentando así las bases de una gestión emocional más estable y estados de ánimo más positivos. 

Queda patente que el ejercicio físico ayuda tanto a mayores como pequeños, pero su mayor beneficio está en el bienestar psicológico y emocional que éste produce a nivel general. Ponerse retos, esforzarse para superarlos y finalmente conseguirlos, poniendo en marcha recursos para su obtención, contribuye a una mejora de la autoconfianza, sintiéndonos más capaces de superar las adversidades. 

Todos estos beneficios sientan las bases a nivel psicofisiológico, ya que la práctica de ejercicio físico produce un incremento de los niveles de noradrenalina, implicada en la respuesta del organismo al estrés, y de serotonina, relacionada en la mejora de nuestro estado de ánimo y la reducción de la ansiedad.

Finalmente, la práctica de ejercicio físico puede ser una buena oportunidad para conocer y establecer relaciones con otras personas. Tener relaciones sociales puede ayudarnos en momentos de transición o dificultades, sirviéndonos de apoyo social, de distracción de nuestros problemas, de refuerzo, etc.

Dicho todo lo anterior, resulta necesario aclarar que no es el deporte el mero responsable de dichos beneficios y dicho cambio, sino que son las personas las que le ponen las intenciones. Ejercicio regular, sano y de intensidad media tiene los beneficios físicos y psicológicos reseñados. Sin embargo, un ejercicio poco adaptado a cada nivel, con retos poco realistas y una exigencia extrema puede provocar prejuicios físicos, y a nivel psicológico frustración, baja autoestima, niveles elevados de irritabilidad, y por supuesto, poco disfrute.

El ejercicio orientado a la salud tiene el objetivo último de combinar la vida activa con un bienestar psicológico y social que solo se consigue disfrutando de actividades físicas agradables y adaptadas a cada persona.

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