MI AMIGA LA EXIGENCIA
Exigencia significa la acción y efecto de imponer o imponerse. A nivel psicológico, podemos detectar que nos exigimos inadecuadamente cuando aparecen pensamientos como “tengo que…”, “debería…”, “no me puedo permitir…”. La base de esta exigencia es negativa: Sentimos que no estamos haciendo lo que tenemos que hacer y no cumplimos con lo que queremos y nos hemos propuesto.
Vivimos en un mundo en el que no paramos. Queremos mejorar y crecer a todos los niveles. Profesional y personalmente. Queremos llegar a todo y no fallar. En el mundo en el que vivimos, cada vez está mejor visto darlo todo por un objetivo. Ser el mejor. Admiramos a aquellas personas que persiguen sus sueños y lo consiguen, admiramos el sacrificio y la superación.
Queremos sentirnos bien, y pensamos, que cuando consigamos ese objetivo, seremos felices o nos sentiremos mejor con nosotros mismos. Pero, muchas veces, no nos damos cuenta del nivel elevado en el que nos movemos. El problema viene cuando tanta exigencia y tensión se acumula, no se gestiona adecuadamente y la ansiedad entra en escena. En ocasiones, lo que más nos afecta es la parte física: problemas digestivos, problemas en la piel, taquicardias repentinas…
A veces, vemos normal estar rindiendo a un nivel elevado. Muchas veces, hasta se ve mal no rendir a este ritmo y no entendemos por qué no podemos llegar a lo que hacíamos antes. Pensamos que “ahora es lo que toca” o “es el último empujón”.
Esto no quiere decir que a veces tengamos que rendir más y no lo hagamos, sino que hay que saber qué tipo de presión y hasta donde podemos llegar.
Muchas veces no nos damos cuenta de que nos hemos presionado demasiado. Yo me pregunto ¿Si nos rompiéramos una pierna, al día siguiente querríamos caminar? ¿Y por qué si nos rompemos a nivel emocional no lo vemos así? Muchas veces, lo asociamos más con “No he podido llegar a lo que quería” que con “Me he pasado al presionarme tanto”.
Me encuentro con muchas personas que sienten que es bueno ser exigente. Sí, es bueno querer dar lo mejor de uno mismo, pero igual que nos exigimos, debemos sentirnos bien y reforzarnos, tanto si hemos conseguido lo que queríamos como si no. Porque si solo funcionamos a base de exigencia siempre sentiremos que podríamos haberlo hecho mejor. Podemos empañar algo positivo y quedarnos con una sensación agridulce.
Querer mejorar, avanzar, es positivo. Pero debemos ser conscientes de que sea bueno para nosotros en todos los sentidos. Si no decidimos con la cabeza y con el corazón (sí, con los dos), si tiramos solo de cabeza y exigencia sin saber parar, llegará un momento en el que el cuerpo pare por nosotros.
Muchas veces pregunto, ¿Qué pasaría si no te exigieras? Y muchas veces responden: “Todo sería un desastre, no haría nada”. ¿Realmente no hacemos nada si no nos lo exigimos? ¿Qué pasaría si pensamos que queremos hacer eso porque es bueno para nosotros y nos sienta bien? Por ejemplo, muchas veces hacemos ejercicio no por obligación, sino porque nos sentimos bien realizándolo. Pero si nos imponemos ir, lo haremos unos cuantos días y al siguiente dejaremos de hacerlo, porque no sentiremos que nos ayuda.
Tan importante es funcionar con exigencia como cuidarnos. Es imprescindible saber qué cosas son buenas para nosotros y llevarlas al día a día. Muchas cosas que nos planteamos como “obligaciones” son cosas que queremos hacer.
Y pensaréis ¿Pero si es bueno por qué no lo hago? Quizá debemos pararnos a pensar. Si no queremos hacer algo que es bueno para nosotros, ¿qué hay detrás de todo esto? Será bueno profundizar en lo que puede estar ocurriendo y tomar una decisión sobre si debemos seguir forzándonos o no, porque quizá no sea tan bueno para nosotros…
Y para terminar, os dejo con esta frase de Plutarco:
“El trabajo moderado fortifica el espíritu; y lo debilita cuando es excesivo: así como el agua moderada nutre las plantas y demasiada las ahoga”