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La culpa puede llegar a ser la peor condena en la que podemos estar, y es útil revisar si tiene un peso importante en nuestra vida. Puede ser algo que se adueña de nosotros, y de nuestra vida, quitándonos energías, que podemos emplear en otras cosas más constructivas. Suele presentarse cuando miramos atrás, revisamos nuestra conducta, y nos damos cuenta que esa conducta no ha sido la más adecuada para esa circunstancia. La culpa viene de la mano de la preocupación y de las rumiaciones sobre lo que sucedió, afectando a nuestra conducta, a nuestras decisiones y a nuestras relaciones. Por esto, es muy importante  poder cuestionarla para darnos cuenta de cómo influye en la vida que cada uno lleva.

La culpa se siente, y muchas veces, más que sentirla, se piensa. En vez de decir que nos sentimos culpables podríamos decir que “nos pensamos culpables”. La culpa tiene un componente cognitivo a tener en cuenta que frecuentemente es confundido con una emoción.

Detrás de la culpa podrían estar emociones básicas como la tristeza o la rabia. Por eso es importante saber que la culpa puede ser un sentimiento bloqueador que protege de emociones que la persona vive como peligrosas.

Como todas las emociones que tenemos, la culpa, tiene su utilidad. Cuando hacemos una acción que perjudica a alguien y después la analizamos sintiéndonos culpables por lo que hemos hecho, o por el daño que hemos causado, podemos actuar reparando el daño, y así la culpa tiene una utilidad. En este sentido la culpa sería adaptativa, y por tanto es una emoción que nos sirve.

Por otro lado, la culpa también puede ser un sentimiento que nos puede inmovilizar. Cuando nuestra atención se dirige a lo que hicimos o al “allí y entonces” en lugar de estar en el “aquí y el ahora” sería cuando no tiene utilidad. Cuando nuestra atención se centra en el pasado, la persona se paraliza. No se puede volver al pasado para cambiarlo y por eso la persona se paraliza. Podemos perder así nuestras energías con pensamientos circulares sobre lo sucedido, como una manera de no aceptar lo que hemos hecho.

Desde este punto de vista, la culpa parece una emoción inútil, pero todo lo que tenemos cumple una función en nuestro ser, y se mantiene porque nos trae beneficios, aunque estos beneficios momentáneos sean negativos.

Algunos de los beneficios que trae la culpa serían;

  • Podemos con la culpa evitar el presente, funcionando como un mecanismo de defensa. A veces nos da miedo enfrentarnos a nuestra vida presente, y elegimos refugiarnos en el pasado, sintiéndonos culpables, porque eso nos da seguridad. Esta seguridad que percibimos momentáneamente, es una falsa seguridad, que nos lleva a comportamientos pasivos y nos saca de la experiencia de hacernos responsables.
  • La culpa nos puede llevar a la pasividad, y con esto podemos llegar a sentirnos cómodos. Es más fácil sentirnos culpables que poner las energías en cambiar el presente.
  • La culpa tiene que ver con algunas “ideas locas” que todos tenemos, por eso decíamos antes que a veces la culpa se piensa. A veces podemos tener la creencia de que si experimentamos culpa vamos a obtener el perdón, y que sentirnos mal nos redime de responsabilizarnos de lo que hemos hecho.
  • Culparnos puede ser una manera de hacernos victimas para conseguir compasión de los demás, y puede ser una salida para no responsabilizarnos de lo sucedido.
  • Podemos utilizar la culpa para adaptarnos socialmente, debido a que podemos parecer poco adaptados a la sociedad, sino nos sentimos culpables por algunas cosas que hacemos.

Hay muchos sentimientos que tienen que ver con la culpa, pero lo primero de que me gustaría hablar, es de tener la alternativa de sustituir la culpa por la responsabilidad.

La culpa y la responsabilidad son dos opuestos. Tendemos muchas veces a hacer responsables a los demás o al mundo de lo que nos sucede, buscando hacer culpables a los demás de nuestros actos. Asumir que uno mismo es responsable de lo que ocurra, es un acto des-culpabilizador hacia los demás, que nos puede equilibrar. Cuando cada persona se hace responsable de lo suyo, la interacción con el otro, se hace más fácil y equilibrada para nosotros y para los demás.

Por otro lado, cuando nos responsabilizamos, analizamos lo que ha pasado, y si entendemos que no es adecuado para la situación, o para otra persona, intentamos reparar el daño, liberando la culpa, y des-culpabilizándonos de alguna manera por el acto de hacerse responsable.

Hacerse responsable implica tener una actitud hacia el “aquí y ahora” juzgando la conducta realizada en vez de a la persona. La culpa nos incapacita porque se centra en el pasado, es decir en algo sobre lo que no podemos intervenir, juzgándonos a nosotros mismos como personas.

Escrito por Noa Sánchez psicóloga del equipo NB.

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