¿Qué entendemos por mentir? Mentir es la acción de no decir la verdad y puede presentar muchas modalidades, desde ocultar la realidad o usar la ambigüedad, hasta decir lo que no es o no decir lo que es.
En nuestra sociedad la mentira está a la orden del día, la tenemos presente en todas partes, en cualquier rincón. En la política, en el maquillaje, en los anuncios publicitarios, en las estadísticas… Muchos somos los que criticamos el valor moral de estos actos, sin embargo, ¿Es saludable decir siempre la verdad? Muchas veces la verdad nos puede poner en verdaderos aprietos.
¿Qué pasaría si siempre dijésemos la verdad? Imagina que vas paseando por la calle y te encuentras con alguien que te dice: “Pienso que eres un idiota”. En algunos casos la sinceridad puede ser tomada como una grosería y aunque no nos gusten las mentiras, hay ciertas verdades que tampoco son agradables.
Las personas mentimos por tres motivos: para adaptarnos a un ambiente hostil, para evitar castigos y para conseguir premios o ganancias sobre los demás. Y es que mentir es una herramienta evolutiva, es una conducta que hemos heredado de nuestros antepasados, que ya la utilizaban para sobrevivir y mejorar su calidad de vida. El problema viene cuando el abuso de la mentira nos puede hacer perder la referencia de la verdad.
En el caso de nuestros pequeños ocurre igual, a veces mienten porque tratan de adaptarse, de evitar castigos o de conseguir algún beneficio. Hasta los seis años los niños tienen una percepción de la realidad incompleta, por lo tanto, no mienten si no que fantasean, puesto que no tienen esa intención de engañar. A partir de esta edad empiezan a utilizar la mentira y son los padres y la sociedad los que deben ir censurando esas mentiras, pero rápido se percatarán que los adultos también las utilizan.
Por ejemplo, ¿Qué padre no ha utilizado alguna vez el miedo como recurso de control? El miedo se ha explotado a nivel social para frenar determinadas conductas humanas desde tiempos inmemoriales. Cuando decimos a nuestros menores frases del tipo “Si no te vas ya a la cama va a venir el coco y te llevará”, cuando tengamos que explicarle que el coco no existe, estamos transmitiéndole que lo que dijimos no era verdad. Seguramente el pequeño se aliviará, pero entonces ¿mentimos? Nuestra credibilidad puede quedar en entredicho y lo que transmitimos es la idea de que se puede mentir para conseguir de otra persona algo que nos conviene.
Los estilos de conducta se aprenden y si los hijos observan que sus padres se excusan en mentiras, se les estará enseñando a mentir, el pretexto que se les pueda dar será todo lo creíble que se pretenda, pero el acto de mentir queda en la memoria, aunque sea de forma más implícita. Un sencillo ejemplo sería cuando nos llaman al teléfono y recurrimos al socorrido “dile que no estoy”, aquí estamos enseñándoles y ejercitándoles en la mentira.
Es natural, por tanto, que los niños también mientan de vez en cuando por múltiples razones. Lo importante es detectar cual es el motivo por el que lo hacen, ya que muchas veces estas mentiras actúan como señales de otros problemas, sobre todo cuando se utilizan con frecuencia.
Si el niño miente tratando de evitar un castigo, habrá que observar cómo se le castiga; si tiene problemas para aceptar la realidad, habrá que enseñarle a aceptarla y adaptarse a ella; si el motivo de la mentira es conseguir atención, habrá que reforzar su autoimagen y mejorar la relaciones familiares, etc.
Una buena autoestima y seguridad en sí mismo es la llave para que no necesite mentir, normalmente en estos casos los niños mienten y no se sabe por qué lo hacen, llegando a parecer que no tiene ningún sentido. La seguridad se obtiene con confianza, que debe irse dando progresivamente en función de su comportamiento.
Es importante también esforzarnos en generar un ambiente que favorezca la sinceridad, un primer paso puede ser acostumbrarles a que en casa se cuenta todo, tanto lo bueno como lo malo, se puede empezar con un pequeño juego diario: cada miembro de la familia cuenta lo mejor y lo peor que ha pasado durante el día.
También resulta interesante sentarse a ver con ellos los medios de comunicación para explicarles y enseñarles a detectar mentiras sobre posibles malentendidos o falta de veracidad que nos muestran.
Por otro lado, también es muy valioso enseñarles a ser asertivos, es decir, a saber decir la verdad de la forma correcta y en el momento oportuno para que puedan expresarse con mayor seguridad y confianza, lo cual favorece la elección de la verdad.
Hacerles atractiva la verdad reforzándoles cuando lo hagan y viendo con ellos las consecuencias positivas que esto tiene. En caso de que mientan es primordial no catalogarles de mentirosos, puesto que lo que necesitan es que se les muestre confianza en que va a dejar de mentir y de que lo que ha ocurrido es un hecho pasajero. Es necesario mostrar las consecuencias de las mentiras y si reconocen la mentira, valorar positivamente el hecho de haber sido valientes.
Y es que ya lo decía Platón que “hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad”.
Referencia: Goñi, C. y Guembe, P. (2010). Porque te quiero. Educar con amor y mucho más. España: Desclée de Brouwer, S.A. (Cap. 2: Porque quiero que seas capaz)
Escrito por Ana Rosa Suarez psicóloga del equipo NB.