Nuestras alumnas Sara Calongue y Leticia Doñagueda nos acercan a una realidad y a la necesidad de llevar a cabo evaluaciones e intervenciones psicológicas en las Fuerzas Armadas. Un artículo para pararse a reflexionar
Todo comienza con unos cuantos psicotécnicos y una entrevista personal con un psicólogo que te pregunta tus preferencias de destino y los motivos por los que has escogido esas opciones, nada más, eso es todo.
Parece lógico que una profesión como la de ser miembro de las Fuerzas Armadas, no es algo que se decida de la noche a la mañana, no es levantarse por las mañanas e ir a la oficina a hacer papeleo, es una profesión en la que la preparación física es una preocupación diaria en los cuarteles, corriendo (muchas veces como “pollo sin cabeza”) casi todas las mañanas, realizando duras e intensas maniobras que preparen al combatiente para un futuro enfrentamiento, pero dejando de lado la preparación psicológica, ni un solo curso, ni una charla, ni rastro de acercamiento al que jocosamente llaman “el loquero”, ese psicólogo, que dicen que pertenece a la plantilla, pero que nadie ve, y que no se encuentra presente en todos los cuarteles.
Y si, para el ingreso en las Fuerzas Armadas, no se tiene en cuenta el adecuado estado psicológico de los aspirantes, mucho menos importancia tiene en el día a día del trabajo, centrándose solo en la parte física, el respeto al superior y la abnegación al servicio, y me pregunto, ¿es cuestión de falta de información, de falta de efectivos especializados que den sus servicios, de asuntos económicos, o sencillamente de dejadez y desinterés en el bienestar de los trabajadores?
Y, lo que es más grave, ¿qué hay de la preparación psicológica antes de ir de misión?. Seis meses antes de montarse en el avión que les llevará a zona de conflicto, los militares, que por decisión propia o por imposición del mando, han sido designados para pasar un tiempo en zona de operaciones, realizan un período de instrucción específica a base de preparación física, ejercicios de tiro, recreaciones de combate en población, y un sin fin de actividades que harán que los futuros militares no se sorprendan ante ninguna situación que se les presente. Pero, ¿que hay de la parte psicológica?, un par de charlas y un número de teléfono parecen suficientes. Y está claro, que no es así.
Lo que en un principio se vende a la opinión pública como una misión humanitaria, se puede convertir poco a poco en una guerra abierta con emboscadas y acciones reales de guerra, por lo que, habrá que preparar a los militares para esas situaciones y no confiar solo en lo que dice el Teniente Psicólogo Villameriel “la clave será la resiliencia de los propios militares a estados de alerta y misiones extremas, amenazas o episodios violentos, es decir, hasta qué punto tienen capacidad de recuperarse y volver al estado anterior a la vivencia traumática”.
Hay que realizar psicoeducación en TEPT (trastorno de estrés post-traumático), trabajar las expectativas que se tienen de la misión, recrear situaciones reales de conflicto para poder experimentar sensaciones, y detectar posibles reacciones inadecuadas. Será importante dedicar horas de terapia con los psicólogos militares, realizar sesiones de grupo para intercambiar experiencias, opiniones, dar voz a los protagonistas, y en definitiva prepararlos psicológicamente.
Pero no todo queda ahí. ¿Qué pasa cuando vuelven?. El trabajo anterior a la misión puede ser bueno, y que los militares se vayan con la lección aprendida, pero nadie asegura que ese trabajo previo vaya a evitar que vuelvan con algún problema, por lo que la “instrucción psicológica” no acaba cuando se montan en el avión y marchan a zona de operaciones, si no que a la vuelta, debería de haber un proceso de vuelta a la realidad, de evaluación de las posibles consecuencias de la misión y por supuesto, de tratamiento si se ha producido algún problema como TEPT o un proceso ansioso-depresivo. Y esto es algo, que por supuesto, no se hace. Se deja que el militar afronte solo la vuelta, y que no se le ocurra darse de baja psicológica, porque entonces el ejército te da la espalda abriéndote un expediente y declarándote no apto para el servicio. ¿Cuál es la solución ante esta situación?, ¿realmente es posible un cambio?. Si el ejército dispone de magníficos psicólogos, ¿por qué no se aprovechan como es debido?.
Así pues, tras una buena crítica, debería haber una solución igual de buena, por lo que intentemos dar un propuesta de intervención al problema:
Lo que ha quedado claro es que una exhaustiva evaluación psicológica es primordial en la discriminación de personas aptas para la misión. Por ello, sería necesario prestar los recursos suficientes para realizar entrevistas personales y con ayuda de test psicométricos (como puedan ser MILLON, 16 PF o MMPI), realizar una correcta evaluación.
Una vez realizada la entrevista, podremos comenzar con un adecuado entrenamiento de preparación mental, implicando un enfoque integrador, que infunde los principios de control emocional, cognitivo y conductual enfocado a un contexto realista de la misión.
Sería de gran ayuda un registro de respuestas fisiológicas y cognitivas a situaciones de estrés, enfocadas a situación conflictivas que puedan darse en zona de operaciones, así como registros de recursos en acción en el ejercicio, toma de decisiones y posibles reacciones que pudieran aparecer. Es importante conocer las capacidades y diferencias de sí mismo para un mejor desempeño en el ejercicio y más aún cuando implica un elevado nivel de alerta durante períodos tan largos, que pueden llegar a ser agotadores fisiológica y psicológicamente (4 a 6 meses).
Es importante proporcionar instrucción sobre técnicas para mantener el control cognitivo y emocional in situ adaptadas a cada uno de los participantes (desde técnicas de relajación, como técnicas de control de pensamientos disfuncionales). De esta forma, se realizarán ensayos para consolidar
intrínsecamente un adecuado manejo de las técnicas aplicables, cuanto mayor adaptación experimenten y más conocimientos aplicables puedan absorber, mayores serán los beneficios que puedan lograr en cuanto al control cognitivo/emocional/conductual. El mejor tratamiento es proporcionar herramientas suficientes para un mejor manejo de emociones para un adecuada ventilación de sentimientos en entornos no habituales.
Una vez en zona de operaciones, es importante la accesibilidad, siempre que sea necesario, al equipo de psicología, como la disposición que se pueda tener a cualquier otro del equipo de sanidad. Y con ello la confidencialidad que como sanitarios conlleva. Esto debe ser conocido por todos y cada uno de los participes de la misión.
Siempre que fuera posible, realizar terapias grupales semanales donde puedan exponer los problemas que puedan están viviendo. Serían productivas situaciones de mediación entre las personas que puedan tener conflictos en la misión, junto con charlas mensuales promoviendo la motivación y resiliencia enfocadas a la misión para fomentar la confianza profesional y proteger la satisfacción en el desempeño del trabajo. Posibles ejercicios de focalizar la atención, búsqueda de soluciones, manejo de situaciones conflictivas…Promover la cohesión y la moral de la Unidad podría prevenir el inicio de trastornos ocasionados por el estrés, así como aumentar las estrategias de afrontamiento.
No hay que olvidarse del período de adaptación a la vuelta a casa, el tiempo no se ha detenido mientras han estado trabajando fuera de sus hogares y es importante que ellos lo sepan, que aunque hayan sucedido cambios, sean capaces de asimilarlos, y las emociones y sentimientos que vayan a experimentar, sean conocidas para no causar un posible impacto. En ocasiones “la vuelta a la realidad” debe realizarse adecuándose a cada uno de los miembros de la misión y siempre con el apoyo psicológico necesario que demanden.
Calonge Pérez, Sara Doñagueda Navarro, Leticia