Son muchos los motivos que pueden despertar estrés (o inseguridad en general) en nuestros hijos. Así lo constatamos diariamente en consulta y en las llamadas que recibimos a nuestro teléfono de crianza Base Segura. Demandas cotidianas, conflictos con iguales, frustraciones… pueden ser disparadores de malestar. Según sean su edad, apoyos y estrategias de afrontamiento, sentirán estos momentos como más o menos tolerables, pudiendo provocar en ellos niveles de estrés significativamente altos. Además de la afectación emocional, el estrés puede impactar en el procesamiento que hacen de lo ocurrido (ej. “todo pasa por mi culpa”, “siempre pasan cosas malas”, …) y en el plano físico, llegando a surgir somatizaciones como dolores de tripa o de cabeza, pesadillas, vómitos…
Es una responsabilidad de los padres identificar los signos de inseguridad en sus hijos, y dar respuesta a los mismos con el fin de restablecer su seguridad. Incluso en ciertas ocasiones, podremos adelantarnos a situaciones que sabemos que provocan dolor, para tratar de minimizar su impacto acompañando a los menores.
Ahora bien, ¿cómo conseguir esto?
A continuación, se presentan algunas pautas sencillas para poner en práctica:
- No siempre debemos entender que la solución pasa por eliminar el malestar. El dolor es natural, el sufrimiento no. Como padres, también debemos enseñar a nuestros hijos a que acompañen sus emociones, las sientan y conozcan, pero haciéndolo nosotros primero por y con ellos. Es decir, daremos espacio para que puedan expresar esto que sienten, les ayudaremos a darle nombre, a asociar lo que ha podido pasar, con lo que cuentan y notan. Y esto solo se puede lograr con atención plena y tiempo suficiente para ello.
- Como padres, tenemos una sabiduría mayor a la de nuestros hijos. Por lo que conocemos de ellos y de sus necesidades puede que detectemos rápido la fuente de estrés. Si esta se debe a falta de descanso, a hambre, a sobreestimulación… debemos procurar el escenario que restablezca el bienestar. Y esto, unido a una narrativa que les ayude a entenderse. Por ejemplo: “Estás enfadado porque es tarde y sueles echarte siesta antes. Vamos juntos a la habitación y buscamos tu muñeco, ¿te parece?”
- Aceptaremos cualquier tipo de emoción, no así ciertas conductas asociadas. Por ejemplo, es lícito sentir enfado ante la llegada de un hermano, no lo es darle golpes. Al aceptar lo que sienten, les aceptamos a ellos mismos, cimientos para su autoestima. Sería contraproducente juzgar o ridiculizar sus emociones, así como decirles que eso es “de bebés”.
- Agradeceremos que nos compartan cómo están.
- Una vez dado espacio a la emoción, buscaremos soluciones conjuntas a lo que ha ocurrido. Intentaremos hacerles partícipes de esta búsqueda de soluciones. Estando más regulado su “cerebro emocional” tendrán más operativo su “celebro racional” y podrán ser capaces de pensar cosas que en pleno malestar no podían, o estar más receptivos a mensajes que les podamos dar.
- Miraremos primero si como padres podemos ser la base segura que necesitan para sentir seguridad a través de nosotros. No es posible transmitir un estado que no sentimos. Puede que el día no haya sido fácil para nosotros, que nuestro hijo nos hable de un tema que también nos desregula… En esos casos, es necesario pedir ayuda, delegar en el otro progenitor (si está más disponible), hacernos cargo de la necesidad de nuestro hijo e indicarle que le ayudaremos lo antes posible…
La educación emocional comienza en las edades más tempranas. Somos los espejos en quienes se miran nuestros hijos para saber de ellos mismos y del mundo. Cada interacción es una oportunidad de conectar con ellos y sus necesidades, y para que aprendan estrategias emocionales saludables.
En NB Psicología conocemos el impacto que estas pautas tienen en nuestro desarrollo, y es por ello que contamos con psicólogos especializados en Psicología Perinatal, Infanto-juvenil y Familiar. Valoraremos vuestro caso para ofreceros la terapia que mejor se adapte a vuestras necesidades.
Paula López Rodríguez
Psicóloga sanitaria y docente en NB Psicología