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Eva Muñoz del Mazo
Psicóloga General Sanitaria
En los últimos años el Mindfulness (o Atención Plena) ha cobrado una popularidad significativa en el entorno neurocientífico, psicoterapéutico, laboral y popular. Pero esta popularidad, ¿está justificada? ¿Es realmente eficaz ? ¿Para qué lo es? ¿Es comparable con hacer una psicoterapia?
Según Jon Kabat-Zinn, referente mundial de ‘mindfulness’ en Occidente, Mindfulness significa prestar atención de manera consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación.
Se trata de una técnica de meditación que consiste en ser conscientes de sensaciones físicas, pensamientos y emociones en el momento presente. Esto quiere decir que es una atención distinta a la habitual, que se entrena y se desarrolla con la práctica, y por tanto no es automática.
Los factores necesarios para la atención plena, según Kabat-Zinn, son: el no juzgar el objeto de atención (tener una mente no enjuiciadora), la aceptación de la experiencia, sea agradable o desagradable (diferente a la resignación), la paciencia, la mentalidad de principiante, la confianza, el no esforzarse ( se refiere a “no hacer”, tener una actitud donde no se persigue una finalidad concreta en el momento de la meditación) y el ceder (se refiere a no tratar de adherirnos a lo agradable o evitar lo desagradable, sino dejar que la experiencia sea la que es). El mindfulness cultiva por tanto la no «evitación experiencial” (de sensaciones, pensamientos, emociones), lo que permite el desarrollo de la aceptación, clave de las terapias de tercera generación. No pone tanto el énfasis en cambiar estos fenómenos cognitivos, emocionales o perceptivos, como otras terapias, sino en aceptar la experiencia y relacionarse con ella de otro modo.
Los preceptos en los que se basa el mindfulness ( o en castellano atención plena o consciencia plena) proceden de tradiciones budistas milenarias de meditación. Por lo que no son precisamente una moda o una novedad. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un “boom” alrededor de su práctica, en parte mediáticamente, pero también de forma significativa en el contexto científico.
Es importante aclarar que la práctica de la atención plena o mindfulness, aunque procede de las tradiciones budistas, no requiere de creencias religiosas particulares. Es una práctica con la propia mente y el cuerpo, que se pueden aplicar a la vida diaria para un mejor auto-conocimiento o como una terapia para aliviar o mejorar determinados síntomas o dificultades. El numero de investigaciones alrededor de la atención plena se ha disparado en los últimos tiempos: en menos de 40 años, ha pasado a contar con un corpus científico de más de 3.000 artículos. Se han desarrollado programas basados en mindfulness que muestran evidencia científica en diversas condiciones tanto orgánicas como psicológicas. Y esta eficacia tanto en lo médico como en lo psicológico no es de extrañar, ya que precisamente es una práctica donde la relación mente-cuerpo es observada y transformada. En palabras de Jon Kabat-Zinn, “de una manera u otra, a través de mecanismos que desconocemos, estamos hablando de cómo la mente afecta a la expresión de determinados genes o a cómo se replican determinadas células” cuando hablaba sobre un estudio con personas con psoriasis y sometidas a un tratamiento con luz ultravioleta, que se curaban cuatro veces más rápido si, además de ello, meditaban.
Intervenciones psicoterapéuticas basadas o que incluyen mindfulness
Dentro del ámbito psicológico, existen diversos programas basados en mindfulness con distintos objetivos o campos de intervención:
Las Terapias de Reducción del Estrés (MBSR) de Kabat- Zinn.
La Terapia Dialéctico Comportamental (DBT)). Marsha Lyneham.
La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) de Hayes, Strosal y Wilson.
La Mindfullnes Cognitive Therapy (MBTC) de Segal, Williams y Teasdale.
La Terapia Breve Relacional (BRT) de orientación dinámica.
Fuente: Vasquez-Dextre, 2016.
Aplicaciones
Sería interesante diferenciar, en primer lugar, el uso clínico o terapéutico del mindfulness (realizado por profesionales sanitarios), de su práctica “personal”, sin dichos fines terapéuticos.
Dentro del uso clínico del mindfulness en el ámbito psicológico, numerosos estudios han mostrado evidencia científica en diversos campos como el tratamiento del estrés, trastornos anímicos como depresión y ansiedad, (mostrando resultados más concluyentes el MBCT en la prevención de recaídas en la depresión mayor) y dolor crónico (Khoury, Lecomte, Fortin, Masse, Therien, Bouchard,… & Hofmann, S. G., 2013).
Otros estudios obtienen resultados interesantes en trastorno límite de la personalidad (reduciendo el número de intentos e ideas suicidas, el número de internamientos y visitas a servicios de emergencias y el abandono de la terapia), trastornos de conducta alimentaria (el programa MB-EAT disminuye el número de atracones, mejora el sentido de autocontrol y disminuye los síntomas depresivos), abuso de sustancias, tratamiento del cáncer, abuso de sustancias, etc. (Vasquez-Dextre, 2016).
En cuanto a la práctica “personal”, Cabeza, (2020), afirma: “la práctica contemplativa tradicional no fue concebida para tratar patologías sino, más bien, como una manera de contribuir al “florecimiento humano” y aumentar el bienestar de personas que no presentan patologías, sino que “solo” experimentan las dificultades habituales e inherentes a la vida”.
Limitaciones y desafíos
A pesar de la creciente evidencia científica, el mindfulness es una disciplina joven y emergente. Por ello, es necesario ser cautelosos y rigurosos ya que no es una panacea, aspecto que alertan expertos en la disciplina. Aunque se promueve la seguridad de su práctica, lo cierto es que sólo un 25% de la investigación estudia sus posibles efectos adversos, que pueden ser los mismos, por los datos hasta la fecha, que una psicoterapia.
Por ello, la investigación, aunque prometedora, no es concluyente en muchos de los casos y el uso del mindfulness en ámbitos terapéuticos debe ajustarse a la evidencia científica y ser realizado por profesionales sanitarios que dominen la técnica en los casos que así lo requieran.
En cuanto a la práctica “personal” del mindfulness, fuera del contexto terapéutico, es muy recomendable su uso de forma individual como forma de desarrollo personal, autoconocimiento, mejora de la calidad de vida, etc. y la orientación de un profesional no necesariamente sanitario (a menos que haya alguna patología o condición, en cuyo caso puede complementarse con una psicoterapia o ser orientado por un profesional sanitario).
Referencias
Blog Nirakara Mindfulness Institute “La ciencia sobre Mindfulness, un proceso en construcción”. Recuperado de https://nirakara.org/la-ciencia-mindfulness-proceso-construccion/ [2020].
Jon Kabat-Zinn, J. (2016). Vivir con plenitud las crisis (Ed. revisada y actualizada): Cómo utilizar la sabiduría del cuerpo y de la mente para enfrentarnos al estrés, el dolor y la enfermedad. Editorial Kairós.
Khoury, B., Lecomte, T., Fortin, G., Masse, M., Therien, P., Bouchard, V., … & Hofmann, S. G. (2013). Mindfulness-based therapy: a comprehensive meta-analysis. Clinical psychology review, 33(6), 763-771.
Moñivas, A., García-Diex, G., & García-De-Silva, R. (2012). Mindfulness (atención plena): concepto y teoría. Portularia, 12, 83-89.
Vásquez-Dextre, E. R. (2016). Mindfulness: Conceptos generales, psicoterapia y aplicaciones clínicas. Revista de Neuro Psiquiatría, 79(1), 42-51.