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El Perfil Psicológico de Napoleón: Así sería la terapia

Nerea Bárez – Psicoterapeuta integradora, Docente y Directora de Grupo NB Psicología

 

Si Napoleón viviera hoy y fuera a terapia, ¿cómo sería? Es un supuesto interesante y seguro que muchos terapeutas hemos fantaseado con esta idea. Tener en consulta a un personaje de estas características para muchos supondría un auténtico reto. Aunque ahora miremos con perspectiva a ciertos individuos de la historia que dejaron una huella controvertida, y casi nos parecen personajes ficticios, lo cierto es que cumplen rasgos comunes con muchos líderes actuales.  Pero no seré yo quien diga nombres…

Como ya se encargan las películas de dar su propia visión de estos individuos, no resulta muy amenazante hacerlo también desde la perspectiva de una psicóloga sanitaria. Cual guión de película he querido imaginar cómo sería tener a Napoleón en mi consulta y qué rasgos, seguramente, me encontraría. Me apetece también imaginar qué posibles traumas podría hallar en la línea de vida de alguien así, y que habría podido pasar en los vínculos primarios con sus cuidadores.

Este tipo de ambiente también podría haber contribuido a un estilo de apego inseguro. Intuyo que Napoleón habría sido un tipo más bien evitativo.

Estoy segura de que en primer lugar, me encontraría a un individuo bastante narcisista y egocéntrico. Todo apunta a que parte de su personalidad estaría dirigida por una autoimagen grandiosa, una necesidad de adoración continua vivida como, incluso, un derecho. El narcisismo sabemos que es en realidad una respuesta defensiva a heridas emocionales profundas que afectan al autoconcepto.  Así, la grandiosidad y la necesidad de admiración pueden ser una compensación por una autoestima fundamentalmente frágil y una sensación de inadecuación. Pero ¿por qué? Parece ser que Napoleón creció en un ambiente familiar complejo. Su padre, a menudo ausente, tenía una relación distante con él, y su madre era descrita como estricta y, en ocasiones, severa. Quizás aprendió que no era digno de ser querido, no se sentía lo suficientemente visto. Quizás esa relación distante fuera realmente maltratante. Y a la vez, puede que su familia tuviera estas mismas carencias, ya que en muchas ocasiones se perpetúa no solo el trauma, sino las defensas utilizadas. 

Este tipo de ambiente también podría haber contribuido a un estilo de apego inseguro. Intuyo que Napoleón habría sido un tipo más bien evitativo, que aprendió a depender solo de sí mismo y a desconfiar de los demás. Qué paradoja, ¿verdad? Alguien que siente poca cosa a la vez puede sentir que solo ha de confiar en sí mismo. Esto nos deja ante una auténtica sensación de vulnerabilidad e indefensión en el mundo que se debe seguir compensando. 

¿Y qué más pudo hacer Napoleón para protegerse? Potenciar el control. Su aparente impulso de poder absoluto, ese deseo de gobernar el mundo que tanto caracteriza a los (políticos) dictadores y emperadores, puede provenir realmente de un profundo miedo al descontrol y el caos. De algún modo en la mente de la persona esto ayudaría a equilibrar el efecto de las experiencias humillantes del pasado. 

En sus últimos años, Napoleón viró hacia una sintomatología que rozaba la paranoia. Esto puede suceder en personas que, dentro del espectro del apego evitativo, van polarizándose hacia esa independencia extrema y desconfianza de los demás.  La paranoia es notable en muchos dictadores, manifestándose en el miedo constante a ser derrocados o traicionados (y perder con ello, su poder, su forma de control).

 

Napoleón viró hacia una sintomatología que rozaba la paranoia. Esto puede suceder en personas que, dentro del espectro del apego evitativo, van polarizándose hacia esa independencia extrema y desconfianza de los demás.

Es cierto que además de este cóctel,  muchos dictadores poseen un carisma considerable, lo que les permite manipular a las masas y ganar seguidores leales. Este carisma a menudo se combina con habilidades de oratoria y propaganda, permitiéndoles persuadir y controlar a la población. Y es algo que también se encuentra en personas con perfiles más psicopáticos, algo igualmente asociado al apego evitativo y el trauma en los vínculos tempranos. De hecho, la desensibilización emocional a la que puede llegarse cuando este patrón se extrema y el cóctel se agita, puede desembocar en estrategias cargadas de violencia y crueldad, tan propias de más de un líder del pasado (y no tan pasado…) En muchos casos el mecanismo tiene incluso que ver con un trauma relacional extremo en el que la víctima se fusiona con el agresor y adopta su comportamiento, de manera que siente más control y sentido ante una experiencia incomprensible y devastadora. 

Por otro lado, es interesante reseñar que la mayoría de estas personas, y Napoleón no se libra, fueron o son grandes idealistas. Sin que esto sea algo necesariamente negativo, sí puede ser de nuevo un mecanismo de defensa y protección. Porque cuando idealizamos algo (ya sea el mundo, a otras personas o incluso a nosotros mismos) estamos compensando algo malo que sentimos que existe. En este caso, muchos dictadores se han visto motivados por una visión utópica o ideología que pretenden imponer. Esta visión puede ser un medio para justificar sus acciones y consolidar su poder, a menudo presentándose como el único capaz de llevar a cabo esta «misión». Este rasgo es un mecanismo infantil. La adopción de una visión utópica o ideología rígida puede ser un intento de dar sentido a un mundo que se percibió como caótico y hostil en la infancia. La vida es más compleja y rara vez es posible encajar al mundo (y a los demás) en esos cajones propios de las visiones ideológicas estrictas. Nadie es ni tan bueno ni tan malo, pero la incertidumbre que esa realidad implica suele ser mala compañera para la gente insegura. 

Por último, por qué no, me atrevo a decir que muchos de estos individuos han tenido un perfil de altas capacidades. Han sido personas creativas, inteligentes, lo suficiente como para manipular a poblaciones enteras y convencerles de sus discursos. Además, podemos considerarlos individuos con una fuerte adaptabilidad y resiliencia. Paradójicamente, y seguro que derivado también de una vida llena de obstáculos, han aprendido a navegar en situaciones complejas y sobrevivir a desafíos constantes.

En definitiva, estoy segura de que, tras esa primera capa de personaje carismático, astuto, manipulador y narcisista, se escondería un niño asustado y lleno de inseguridades. Alguien que, si consiguiéramos manejarlo con destreza, llegaría compartir sus miedos y ansiedades en la consulta de un buen terapeuta. Seguramente esto costaría tiempo, pues alguien que siente que no puede confiar en nadie no va a hacerlo fácilmente con un psicólogo. Sin embargo, habiendo conseguido cierto vínculo terapéutico, sin duda el proceso avanzaría hacia un trabajo para resolver esas memorias traumáticas.

Así que si Napoleón estuviera vivo, y quisiera hacer terapia, estoy segura de que en NB Psicología haríamos un gran trabajo. Le ayudaríamos con nuestra perspectiva integradora basada en el trauma y el apego a sanar toda esa base de inseguridad en el mundo. Para él habría sido un proceso complicado, interesante a veces, pues un perfil curioso y explorador sin duda sabe apreciar el arte de un proceso terapéutico. Pero aprender a conectar con sus emociones y necesidades, y a saber que el otro puede ser fuente de regulación emocional, habría sido para él un camino complicado. Aunque de lo que estoy segura, es de que habría merecido la pena. 

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