Sísifo fue un personaje de la mitología griega al que Zeus y Hades condenaron a subir, eternamente, una pesada piedra por la ladera de una montaña. Justo cuando estuviera a punto de llegar a la cima, la piedra caería hacia el valle para que él nuevamente comenzara la pesada ascensión.
Esta imagen de Sísifo cargando perpetuamente con la roca viene a mi mente cuando observo cómo algunas personas intentan huir del dolor. Así, esa misma huida constituye un bucle infinito de pesada carga. Porque aunque pensemos que el intento continuado de evitar las emociones hará que podamos vivir mejor, a largo plazo únicamente es una tarea inútil condenada a repetirse sin resolución.
Las emociones formar parte de los seres humanos porque nos ayudan adaptarnos al medio. Cuando diferenciamos entre emociones positivas y negativas, estamos demonizando un grupo de emociones (tristeza, enfado, miedo) que nos ayudan a sobrevivir. ¿Por qué me molestan tanto entonces? La realidad es que no estamos bien entrenados para relacionarnos con ellas y en muchas ocasiones, constituyen un oponente. Desde esta óptica, la pelea constante con el dolor a la larga cronifica el malestar.
Decía un personaje de la famosa novela de Allende, “La casa de los espíritus”, que a las emociones hay que permitirles atravesarnos el estómago, para que así entren y finalmente se vayan. Si podemos permitirnos sentir el dolor, identificarlo, nombrarlo, aceptarlo y analizar de dónde viene y qué mensajes nos quieres trasmitir, finalmente podremos regularlo y así no molestará tanto.
Para poder hacer esto, es fundamental que recordemos que:
NO existe una manera correcta o incorrecta de sentirme.
Sentirme mal NO es de débiles.
Las emociones de malestar NO son malas ni destructivas.
Las demás personas NO tienen que aprobar o desaprobar mis sentimientos.
Mis emociones NO son susceptibles de juicio.
En definitiva, buscaremos múltiples nombres de emociones, analizaremos sus funciones, veremos por qué nos afectan… y, sobre todo, me voy a dar permiso para sentirme mal y decirme “es normal que me sienta así”.
Escrito por Ana Moyano psicóloga del equipo NB.