Para ayudarte en la comprensión de esta lectura te animo a que previamente realices un pequeño ejercicio. Vamos a parar unos minutos, cerrar los ojos, realizar un par de respiraciones profundas y relajadas e intentar visualizar la representación de los niños que fuimos.
La idea es que intentes formar la imagen de tu niño interior de la forma más vívida posible y observar lo siguiente:
– Cómo es físicamente…
– Qué postura adopta…
– Qué expresión facial muestra…
– Cómo crees que se siente…
– Qué está haciendo…
– Qué necesita…
¿Lo tienes? ¿Cómo está ese niño? ¿Cómo se siente?
Por lo general, las personas que han crecido en el seno de una familia que ha podido satisfacer las necesidades de cariño, apoyo y protección que puede tener cualquier niño, seguramente hayan conectado con una representación cálida y amable de sí mismos. Una representación sana, que evoca emociones agradables y que no genera conflictos internos.
Si por el contrario has conectado con un niño con necesidades insatisfechas, falta de apoyo o cariño, y con emociones que generan cierta sensación de angustia o malestar, quizás es porque has conectado con una parte vulnerable de ti. Una herida de un niño interior con necesidad de cuidado.
En este momento, puedes tener la sensación de que poco se puede hacer por cambiar algo que forma parte del pasado. Puedes pensar también en la necesidad que hay de mirar hacia adelante y no remover heridas que parecen ya superadas.
¿Y si te digo que esas heridas están condicionando tu forma de actuar y relacionarte en el momento presente?
De forma casi inconsciente, heridas de nuestra infancia pueden estar condicionando nuestro comportamiento actual: dificultades para establecer relaciones de confianza, sensaciones de intensa tristeza ante el rechazo y/o la soledad o la búsqueda constante de la aprobación de los demás para conseguir bienestar, en otras. Éstas son solo algunas de las múltiples formas en las que esas heridas se pueden manifestar. Pero, ¿Qué podemos hacer entonces para cuidar de nuestras heridas de la infancia?
En primer lugar, ser capaz de reconocer cuáles son esas heridas. Realizar este trabajo de introspección y reflexión es un auténtico acto de valentía. El ser capaces de reconocer el daño sufrido implica aceptar la propia vulnerabilidad y comenzar a ser conscientes de las posibles consecuencias que han podido tener en nosotros los actos de personas queridas de nuestro entorno.
En segundo lugar, reconocer e identificar qué tipo de situaciones y/o comportamientos vamos a cuidar desde la conciencia de las heridas del niño interior. Un acto de cuidado resultado de este ejercicio podría ser permitirnos mostrar vulnerabilidad frente a nuestra pareja, ya que es una relación que puede activar esquemas de comportamiento aprendidos en la infancia. Para ello, podemos comunicar el modo en el que se estaba manifestando hasta ahora la herida y procurar su cuidado a partir de ese momento por ambas partes. Por ejemplo, imaginemos que experimentamos malestar y una fuerte sensación de abandono cuando nuestra pareja pasa un día sin escribirnos por whastsapp y lo conectamos con una experiencia de abandono de nuestra infancia. Comunicar lo que nos ocurre y compartir el posible porqué, genera el espacio para cuidarnos y ser cuidados. Favorecer la comprensión de este hecho por ambas partes, puede ser el camino que nos facilite el reducir la sensación de malestar.
Y, en tercer lugar, desarrollar una mirada autocompasiva hacia el propio dolor. Esto implica moverse menos en la queja, la culpa y el reproche y desarrollar una mirada de protección, cuidado y cariño hacia nosotros mismos. Ofreciéndonos el permiso, la comprensión y validación que quizás en su día no nos pudieron o supieron dar.
Esta puede ser una buena forma de dar unos primeros pasos en el cuidado de nuestras heridas, con el fin de hacernos cargo de ellas y comenzar a sanarlas. Si este ejercicio te parece algo difícil de realizar o te supone un impacto emocional para el que no te sientes preparado, quizás sea algo que puedas abordar con la ayuda profesional adecuada.
Kevin Tito.