La capacidad de amar del ser humano es uno de los grandes movilizadores del mundo. Ha llenado páginas y páginas de libros. Las personas por desamor consultamos a terapeutas, sacerdotes, quiromantes, psiquiatras y un largo etcétera.
Eric Berne fue uno de los precursores de las investigaciones sobre el amor. Este definió la cariciacomo la unidad de reconocimiento humano.
Decía el psicólogo Claude Steiner que “son tan necesarias para la vida humana como otras necesidades biológicas primarias, tales como los alimentos, el agua y el cobijo; necesidades que, de no satisfacerlas, conducen a la muerte”. Las caricias pueden ser positivas o negativas. Las positivas consisten en besos, abrazos, cumplidos, guiños, sonrisas. Las caricias negativas son gritos, insultos, empujones. Hay dos premisas básicas: preferimos las caricias positivas a las negativas, es decir, es mejor un abrazo que un empujón, pero un empujón es mejor que nada.
Vivimos en una sociedad escasa de caricias, por lo que recurrimos a las enlatadas, esas a través de las cuales se lucran las empresas de cosméticos, coches o clínicas de cirugía estética. Creemos que las caricias son restringidas y si otros las tienen, para nosotros no habrá suficientes. Nos hemos creído el cuento de la escasez. Pero no es así. La capacidad del ser humano para amar es infinita. Una premisa para abandonar la economía de caricias es hacer crítica de los mandatos que la definen.
- No des caricias, aunque tengas para darlas
- No pidas caricias cuando las necesites
- No las aceptes, aunque las quieras
- No rechaces las caricias cuando no las quieras
- No te des caricias a ti mismo
Así pues, permítete dar todas las que tengas para dar, pide las caricias que necesites, acéptalas cuando quieras, rechaza las que no te gustan o no te apetecen en ese momento y acaríciate todos los días. Sólo así terminaremos con la restricción de caricias y podremos desarrollar más ampliamente nuestra intrínseca capacidad de amar y ser amados.
Artículo escrito por Ana Moyano, psicóloga del equipo NB Psicología