Los datos y las muestras penitenciarias nos muestran que la psicopatía correlaciona con comportamientos antisociales y violentos (Rius Viciach, 2015). Respecto a este trastorno de la personalidad, existe en la sociedad actual la creencia generalizada de un mito respecto a su intratabilidad, que aumenta el estigma hacia las personas que presentan estos rasgos. No obstante, a nivel profesional esta perspectiva cambió tras el estudio de Salekin (2002), en el que se revelaba las pocas evidencias empíricas que demuestran la creencia de que la psicopatía es un trastorno imposible de tratar o curar, dadas las limitaciones metodológicas propias de los estudios empíricos que sustentan la idea (falta de grupos control, baja atención a factores evolutivos, fallos en la definición e implementación de tratamientos, etc.).
Al considerar que un cambio es posible mediante la intervención psicológica, cabe destacar que la prevención en edades tempranas se ha de tener en cuenta como uno de los factores fundamentales. De hecho, se puede afirmar que algunos de los niños a los que se les identifican problemas de conducta graves y características CU (Callous/ Unemotional o Dureza/Insensibilidad Emocional: escasa sensación de culpa tras cometer acciones negativas, así como una marcada insensibilidad al castigo) presentan un riesgo mayor a desarrollar psicopatía en la edad adulta (Viding et al., 2012). La preadolescencia y adolescencia también es una etapa clave, pues es cuando comienzan las fluctuaciones hormonales (Pinel, 2015) que afectan tanto a la impulsividad como a la agresividad, y por tanto se considera un momento crítico de para los problemas de conducta (Suarez, 2013).
Respecto a las áreas a trabajar en la prevención de conductas antisociales y violentas en niños y adolescentes con rasgos psicopáticos, distintas revisiones de programas de prevención concluyen que la intervención en las habilidades sociales ha obtenido resultados muy alentadores, disminuyendo los comportamientos agresivos e inhibitorios en niños y/o adolescentes (Betina y Contini, 2011). Por otra parte, promover la conducta prosocial puede tener importantes repercusiones favoreciendo la empatía, dada la estrecha correlación entre ambas. Para entender y conceptualizar la conducta prosocial es importante saber que integra siguientes componentes: cognición, emoción y autorregulación. Una las habilidades que facilitan la conducta prosocial e inhiben la conducta agresiva es la empatía, que actúa como modulador favoreciendo la conducta prosocial e inhibiendo la agresividad. La empatía ha reflejado ser el predictor más potente del razonamiento in situ en el momento de toma de decisiones respecto a qué conducta llevar a cabo frente a un problema (Mestre, et al., 2002). Además, se han de tener en cuenta las disfunciones neurobiológicas que se han encontrado de forma significativa en niños y adolescentes con rasgos psicopáticos. Estos no realizan el mismo procesamiento para las expresiones emocionales de otros (por ejemplo, cuando observan tristeza o miedo), por lo que los frenos comportamentales naturales a realizar conductas que en los otros despierten estas emociones no se encuentran presentes. Esta diferenciación es importante, pues se han de diseñar técnicas de socialización específicas para este perfil de niños y adolescentes, ya que no serán capaces de aprender del castigo como tal (Halty et al., 2011).
Para finalizar, señalar que además de trabajar con los niños y adolescentes, también resulta beneficioso para el cambio de estos el trabajo con los padres. Por un lado, promover un estilo de apego seguro entre los progenitores y los niños resulta un factor de protección para el desarrollo de conductas antisociales y violentas. El apego seguro durante la infancia se puede reconocer por la capacidad de los progenitores de mostrarse sensibles, atentos y empáticos a las necesidades del niño. Favorecen la experimentación de emociones de éste, mientras el niño como respuesta se esfuerza por mantener proximidad con el/la cuidador/a. Por otro lado, índices bajos de disciplina severa se encuentran relacionados significativamente con menores síntomas del Trastorno de Conducta (Conduct Disorder, CD: conjunto de problemas conductuales y emocionales que se presentan en niños y adolescentes). Es decir, estrategias punitivas por parte de los padres para inculcar valores y normas culturales que guíen la conducta a sus hijos (véase el castigo físico o las riñas excesivas a través de gritos o insultos), suelen dar lugar a problemas de conducta tales como la desobediencia u oposicionismo, la agresividad (que da lugar a la predelincuencia) e incluso trastornos mentales tales como la depresión (Pasalich et al, 2016).
Bibliografía.
Betina Lacunza, A., & Contini de González, N. (2011). Las habilidades sociales en niños y adolescentes. Su importancia en la prevención de trastornos psicopatológicos. Fundamentos en humanidades, 12(23).
Bierman, K. L., Coie, J. D., Dodge, K. A., Foster, E. M., Greenberg, M. T., Lochman, J. E., & Pinderhughes, E. E. (2004). The effects of the Fast Track program on serious problem outcomes at the end of elementary school. Journal of Clinical Child and Adolescent Psychology, 33(4), 650-661.
Halty, Lucía, Ana Martínez Robayo, Carmen Requena Hernandez, Juan Matías Santos, y Tomás Ortiz Alonso. «Psicopatía en niños y adolescentes: modelos, teorías y últimas investigaciones». Revista de Neurología 52, n.o S01 (2011): S019.
Mestre Escrivá, V., Samper García, P., & Frías Navarro, M. D. (2002). Procesos cognitivos y emocionales predictores de la conducta prosocial y agresiva: la empatía como factor modulador. Psicothema, 14(2).
Pasalich, Dave S., Katie Witkiewitz, Robert J. McMahon, y Ellen E. Pinderhughes. «Indirect Effects of the Fast Track Intervention on Conduct Disorder Symptoms and Callous- Unemotional Traits: Distinct Pathways Involving Discipline and Warmth». Journal ofabnormal child psychology 44, n.o 3 (abril de 2016): 587-97.
Pinel, J. P. (2015). Introduction to Biopsychology. Pearson Higher Ed.
Rius Viciach, Arantxa. «Revisión acerca del tratamiento de la psicopatía en los últimos cinco años», 20 de julio de 2015. http://repositori.uji.es/xmlui/handle/10234/142419.
Salekin, R. T. (2002). Psychopathy and therapeutic pessimism: Clinical lore or clinical reality? Clinical Psychology Review, 22, 79-112.
Suarez, R. O. (2013). Impulsividad y agresividad en adolescentes. Ediciones Díaz de Santos.
Viding, Essi, Nathalie Fontaine, y Eamon Mccrory. «Antisocial behavior in children with and without callous–unemotional traits». Journal of the Royal Society of Medicine 105 (1 de mayo de 2012): 195-200. https://doi.org/10.1258/jrsm.2011.110223.