La idea de escribir este artículo radica en la observación del aumento de visitas a las consultas de psicología de progenitores cuyos hijos han sido diagnosticados de TDAH. A pesar de que el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) establece una serie de criterios para diagnosticar el TDAH y, en muchos casos, puede existir una base neuropsicológica, la realidad es que, detrás del llamado TDAH, existe una complejísima red de interacciones que están manteniendo (y a veces originando) la conducta del menor.
Desafortunadamente, vivimos en la era de la medicación para tratar dificultades psicológicas, en la que una depresión “se cura” con antidepresivos y la ansiedad “desaparece” con ansiolíticos. Actualmente, podemos ver a niños y niñas haciendo uso de medicamentos para combatir el TDAH cuando lo que realmente se necesitaría sería una intervención a nivel sistémico, es decir, trabajar con el entorno del menor y con su familia. Es fundamental la implicación de los progenitores en las terapias de los menores, nunca como culpables de la situación sino como piezas fundamentales para la mejora del funcionamiento de sus hijos. Los padres y las madres deben ser fuente de seguridad, proximidad, identidad, amor, afecto, etc. para sus hijos. Son aquellos capaces de calmarles cuando están tensos y proporcionarles bienestar mientras crecen y se forman como individuos. Ser padre y madre es una ardua tarea y no siempre somos capaces de hacernos cargo de lo que nuestros hijos necesitan. En la sociedad en la que vivimos, la conciliación laboral y familiar está lejos de ser ideal, encontrándonos con grandes retos y dificultades a la hora de comprender las necesidades de los menores. A menudo, cuando estamos ante un menor diagnosticado de TDAH, nos encontramos con una estructura familiar y una construcción del llamado trastorno que no están siendo adaptativas para el menor y que dificultan el tratamiento. El abordaje que se hace desde los centros educativos o desde una Salud Mental pública saturada y sin suficientes profesionales ayuda a perpetuar el problema, no por falta de competencias por parte de los profesionales sino por falta de recursos de los que disponen para afrontar ciertas problemáticas.
La comprensión de que el abordaje del TDAH no debe ser exclusivamente farmacológico ni individual, y que la responsabilidad del tratamiento no debe recaer únicamente sobre el menor se convierte en fundamental. La participación de agentes externos como la familia o el colegio es pieza clave para que los menores puedan aprender a gestionar sus dificultades. Es por esta razón por la que muchos psicólogos evitamos el (ab)uso de la medicación y solicitamos la implicación de los progenitores en las terapias con menores, porque creemos que ellos, mejor que nadie, pueden ayudar a sus hijos en el camino del desarrollo y la gestión de los impulsos y las emociones.
Escrito por Ana Gaudioso psicóloga del equipo NB.