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¡Qué difícil es esto de ser seres sociales! Qué fácil sería poder vivir sin la necesidad de estar con otras personas.

Y lo cierto es que no falta razón. En cuanto a dificultad se refiere, tener necesidades sociales implica que nos esforcemos más allá de nosotros mismos. Eso de tener en cuenta al otro, pero sin descuidarme a mí y sin llegar a responsabilizarse por completo de las emociones de la otra persona parece un equilibrio complejo de conseguir. Sin embargo, si desistimos de la idea de intentarlo seguro que ni nos vamos a acercar a ello.

En uno de los extremos, priorizo las emociones, situaciones, necesidades y cuidados del otro por encima de las mías “Lo importante es que tú estés bien, da igual lo que a mí me pasa”. En este sentido, nos encontramos quizás con un estilo de comunicación más pasivo, respondiendo afirmativamente a peticiones que no nos hacen sentir bien, forzándonos a aguantar situaciones que nos perjudican o incluso negando cómo nos sentimos a nosotros mismos con el fin de agradar y evitar el conflicto.

En el otro extremo nos encontramos cuando “Solo importo yo”, y las necesidades y emociones del otro pasan desapercibidas, no son tenidas en cuenta, no me hago cargo de nada que no sea Yo. Y hasta cierto punto esto es sano y protector, pero en término general este extremo también causa malestar. De nuevo, al ser seres sociales, necesitamos entender al otro, mentalizar, empatizar y cuidar. Se relaciona más con un estilo agresivo, dónde digo lo que pienso sin parar a pensar en cómo le puede llegar al otro mi mensaje, hablando desde la acusación o el sarcasmo, la evitación de responsabilidades o incluso la agresividad verbal.

Y entonces, ¿cómo encuentro ese punto medio? ¿qué pasa si me voy de un extremo a otro? ¿cuándo sé si me estoy equivocando? ¿hay una forma objetiva de valorar esto? Pues no hay una respuesta clara, única y en ausencia de duda respecto a estas preguntas, al fin y al cabo, ser seres sociales implica diversidad, flexibilidad y subjetividad en su mayor expresión. Sin embargo, si hay ciertas pautas que nos pueden ayudar en la búsqueda de este complejo equilibrio. El hecho de preocuparnos de buscar este equilibrio en el momento que estamos en una situación que requiere de ello ya hace que sea más complicado equivocarse. Pensar en qué es lo que quiero, cuáles son mis necesidades y mis límites como base para relacionarme con el otro es igualmente fundamental. Tener al otro presente a la hora de comunicarnos también es relevante, no solo tenerle físicamente presente, si no mentalmente, saber que dependiendo de la persona que tengamos delante nuestra comunicación pueda variar. No es lo mismo que la persona acabe de pasar por un momento complicado a que le acaben de dar una muy buena noticia, mi comunicación va a ser diferente, así como también esperamos que lo hagan con nosotros. Pero esto no siempre ocurre, cuando yo no me muestro triste o enfadado, por ejemplo, lo oculto, se queda dentro y al otro le hace más difícil relacionarse de una manera satisfactoria conmigo.

Para hablar de asertividad, de responsabilidad equilibrada, de empatía, de cuidado y de autocuidado, hay que hablar desde uno mismo, expresar cómo me he sentido, hacerlo saber, explicar el por qué sin juzgar y aclarar qué necesitamos de la otra persona. Y aun haciendo todo esto, la otra persona puede no responder como necesitamos, y tener esto claro será otro punto fundamental. 

Ser seres sociales no es una tarea fácil, pero nos permite de igual forma descubrir aspectos que van mucho más allá de nosotros mismos, y eso, aunque difícil, puede llegar a ser un camino lleno de grandes momentos.

Cristina Arribas

Psicóloga NB Psicología

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