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Atendiendo al actual debate existente relacionado con la ampliación de la baja paternal, equiparando la duración de los derechos de ambos progenitores a 16 semanas, rescatamos las necesidades que tiene un bebé para que se produzca a nivel cerebral un saludable y favorecedor desarrollo tras el nacimiento.

Los tres primeros años de vida de un ser humano son considerados como el Big Bang del cerebro, sobre todo a nivel de sistema nervioso central, llegando a los seis años a tener el 90% del volumen que tendrá en la vida adulta.

A lo largo de esos relevantes primeros años, el bebé necesita que la madre o figura cuidadora traduzca para él sus experiencias y funcione como un regulador de sus vivencias, sentimientos y necesidades. Así, a través de la conducta y actitud de la madre, el bebé puede satisfacer sus necesidades como la de alimentarse o buscar contacto. Es decir, el bebé necesita que alguien externo ponga palabras, le de valor y atienda sus necesidades. Estos procesos que se producen en interacción con la figura o figuras cuidadoras van a facilitar que se vayan desarrollando adecuadamente sus estructuras cerebrales.

Por lo tanto, como afirma Coderch (2010): “El cerebro no es sólo el órgano que nos permite relacionarnos, sino que es un órgano que necesita de las relaciones para desarrollarse hasta su configuración madura”.

En este sentido, el bebé también nace con la necesidad de sentirse en contacto y en un contexto seguro, necesita lo que llamamos “apego”. Bowlby y Ainsworth (1991) lo explican como una actitud biológica, innata, de búsqueda de protección y refugio en su figura de apego. Así, la teoría del apego detalla que la sensibilidad materna, definida como la capacidad de la madre de percibir las señales del bebé y responder a ellas apropiadamente con prontitud y contingencia, está en la base del apego seguro. Las experiencias tempranas de estabilidad, cuidado y sintonía serán experiencias que favorecen el crecimiento y conectividad del cerebro, promoviendo la neurogénesis y facilitando niveles equilibrados de neurotransmisores y hormonas.

Sin embargo, el fallo en esa conducta de cuidado (por ejemplo, conductas de maltrato o abandono) podrían facilitar alteraciones en la base del desarrollo del niño, daños tanto a nivel biológico como psicológico.

Gracias a disciplinas como la epigenética conocemos a día de hoy que las experiencias tempranas dejan una huella indeleble sobre el cerebro en construcción, no sólo sobre su funcionamiento sino también sobre su arquitectura, llegando a verse modificada la expresión de los genes por factores ambientales.  Así, muchas enfermedades mentales y psiquiátricas graves tienen su origen entre la fase embrionaria y los 3 años de edad. El ser humano nace con un cerebro muy inmaduro, altamente dependiente de las figuras cuidadoras.

Por lo tanto, ¿qué es fundamental durante los 3 primeros años para el adecuado desarrollo del cerebro de mi bebé? Calor, cariño, amor, cuidados y vincularse con un adulto que lo proteja.

Marta García García

Psicóloga Sanitaria M-26434.

Especialista en psicología perinatal.

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