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En los últimos años se ha dado un crecimiento evidente del interés por la sexualidad asociado a factores como la separación de sexualidad y reproducción mediante el avance de los métodos anticonceptivos, el reconocimiento de la sexualidad de la mujer o la mejora en cuanto al acceso a información sexual, derivado también del desarrollo científico del tema. Es por esto que se ha reconocido la importancia de una sexualidad satisfactoria para la obtención de una calidad de vida personal óptima.

Sin embargo, no es demasiado frecuente escuchar hablar sobre problemas de sexualidad, lo que hace que las personas que los padecen lo vivan desde la vergüenza o el sentimiento de “anormalidad”, retrasando también así la búsqueda de ayuda profesional.

Técnicamente, hablamos de disfunción sexual para referirnos a los problemas que impiden o dificultan el disfrute de la sexualidad. Y, en concreto, el vaginismo es un trastorno sexual frecuente en las mujeres, caracterizado por la manifestación de contracciones involuntarias e inconscientes de los músculos de la vagina que provoca muchas molestias y dolor, así como dificultades para mantener relaciones íntimas.

Es esencial aclarar que las mujeres que padecen vaginismo no tienen por qué tener problemas de lubricación, de deseo sexual, ni de anorgasmia. El malestar se asocia principalmente a la angustia, el miedo y, en muchas ocasiones, la baja autoestima.

La etiología es principalmente psicológica, por lo que es esencial descartar previamente, mediante un examen físico, alteraciones de otro tipo como infecciones o quistes. La principal causa es el miedo, miedo al dolor, al embarazo, a alguna ETS…. Puede surgir también ante la presión por mantener relaciones (“¿lo hare bien?”), ante creencias morales y religiosas estrictas (“el sexo es un pecado si no tiene finalidad reproductiva”) o experiencias sexuales traumáticas como haber sido víctima de abusos. De esta manera, se entiende que la contracción de los músculos vaginales actúa como mecanismo de defensa inconsciente en un intento por “protegerse”. Aunque es importante destacar que el vaginismo no siempre tiene una causa concreta.

El ciclo del vaginismo comienza con la ansiedad y el miedo anticipatorio del dolor que va a experimentarse en la penetración, un miedo vivido como real que constriñe los músculos vaginales, lo que finalmente acaba produciendo que la relación sexual sea dolorosa. La consecuencia principal es la evitación de los contactos sexuales ante la mencionada frustración y ansiedad asociada, de manera que, a su vez, este alivio al abandonar y escapar de situaciones sexuales refuerza de nuevo la evitación y acaba manteniendo en el tiempo el problema.

A la hora de intervenir, uno de los principales componentes es la educación sexual para mejorar el conocimiento de la sexualidad, proporcionar información y destruir mitos asociados. Algunos de los temas que se suelen abordar son la anatomía sexual, el ciclo de la respuesta sexual o la atención a las propias sensaciones desde la masturbación. Otras técnicas eficaces en el tratamiento del vaginismo son, por ejemplo, la dilatación progresiva, la relajación diafragmática lenta y los ejercicios de Kegel, los cuales ayudan a controlar y relajar los músculos que rodean la vagina, así como a reducir el miedo asociado a la introducción de objetos o dedos en la misma, de manera que se extinguiría naturalmente el reflejo de contracción vaginal solucionando así el problema.  

Cabe destacar que el vaginismo no suele ser una disfunción compleja y resulta generalmente fácil de solucionar a corto plazo, por lo que animo desde este espacio a aquellas personas que lo sufren a que busquen solución con la ayuda profesional especializada adecuada.

Bibliografía

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María Ruiz

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