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Me gustaría reflexionar desde este post sobre dos conceptos, importantes y conocidos por muchos de vosotros, pero que seguramente no los habéis puesto en relación…

El primero de los términos que quiero introducir es el de “apego”. Diferentes autores han ofrecido una definición sobre lo que entendemos por apego; Bowlby (1988) lo definió como “una forma de comportamiento que resulta en el niño como consecuencia de tener y mantener una proximidad con la otra persona, con la que se identifica claramente y de la mejor manera posible”. El establecimiento de un apego seguro permite a los niños explorar el mundo sin temor, y autoconstruirse como personas seguras de sí mismas y de sus capacidades. Por el contrario la constitución de un apego inseguro, esto es, algún tipo de déficit en esa identificación que antes apuntábamos, podría dar lugar a distintos problemas de tipo conyugal, parental (en relación con los hijos), e incluso cuadros psicopatológicos de distinta índole, incluidos los trastornos de la personalidad.

La segunda de las ideas a considerar es la de perfeccionismo. Con frecuencia se juzga esta característica presente en algunas personas como algo malo. A menudo se considera que ser perfeccionista, genera ansiedad, frustración o insatisfacción, pues uno se plantea metas que no son alcanzables o realizables. Sin embargo podemos decir que esto no tiene por qué ser así. En este sentido consideraremos la existencia de un perfeccionismo bueno o adaptado y uno malo o desadaptado. Existen notables diferencias entre uno u otro, pero sin duda una muy característica es la finalidad con la que se persiguen esas metas altas. En el caso del perfeccionismo adaptativo se persigue la satisfacción que produce su consecución, en cambio en el caso del desadaptativo se busca evitar consecuencias negativas asociadas a su no realización.

Las personas con un perfeccionismo adaptativo suelen ser productivas, extrovertidas y creativas mientras que aquellas que presentan un perfeccionismo más disfuncional suelen presentar frecuentemente síntomas de ansiedad, depresión, y rasgos importantes de autocrítica. En este sentido la persona con perfeccionismo desadaptado puede ver comprometida de forma severa su autoestima.

El perfeccionismo desadaptado y apego inseguro comparten la concurrencia de la ansiedad en las personas que los presentan.

Llegados a este punto, cabe preguntarse qué relación hay entre perfeccionismo y estilo de apego. Digamos que los niños desarrollan conductas perfeccionistas al verse en una relación de identificación (relación de apego) con personas que emiten este tipo de conductas. Sin embargo la forma en que se modulen las expectativas parentales dará lugar a un tipo de perfeccionismo u otro. De esta forma elevadas exigencias y expectativas darán lugar al desarrollo de un perfeccionismo adaptativo; por el contrario la demanda de altas expectativas sujetas a críticas, unido a dureza en el trato, un excesivo control y una ausencia importante de conductas de validación, por parte de los padres en el contexto de la relación de apego, dará lugar al desarrollo de un perfeccionismo desadaptado. El infante buscara la seguridad que no obtiene de su relación con su figura referente (madre/ padre), con la emisión de conductas “perfectas”, aunque estas sean a todas luces imposibles de materializar.

La dureza en el trato y las actitudes controladoras de los padres hacia lo hijos son buenos predictores del desarrollo de un perfeccionismo disfuncional. Estos padres suelen presentar un elevado nivel de autocrítica, algo que trasponen de forma efectiva a sus hijos. Son padres con un estilo de apego más evitativo.

En el polo opuesto encontramos los padres con un perfeccionismo adaptativo que alentaran a sus hijos a esforzarse y conseguir sus metas, ganando estos así en confianza y seguridad sobre sus capacidades. Estos padres suelen estar más ajustados a un apego de tipo ansioso ambivalente.

Los primeros años de vida se ven claramente marcados por el tipo de relación de apego que establecemos con nuestros padres y por la forma en que estos nos hacen llegar las expectativas que tienen sobre nosotros. De esta forma el refuerzo positivo y las conductas validadoras favorecerán el desarrollo de un perfeccionismo más adaptado, en el contexto de un apego más ansioso. En cambio la exigencia unida a la crítica, el control (signo de desconfianza en las capacidades del niño) o la dureza en el trato (ausencia de validación de emociones y opiniones; actitudes autoritaria), son ítems que facilitan la constitución de un perfeccionismos más disfuncional, en el marco de un apego evitativo.

Apego ansioso: “Los niños tratan de mantenerse cerca de la figura de apego mientras está presente y exploran muy poco. Hay ansiedad ante la separación (e incluso antes), se muestran muy dependientes de la madre cuando está, lloran cuando la madre no está y luego no logran calmarse ante el reencuentro, la madre no les consigue consolar, se muestran molestos por el abandono por lo que se mantienen cerca de la madre cuando esta regresa pero a la vez rechazan su contacto físico. Son extremadamente cautelosos con los extraños incluso estando presente la figura de apego. Son niños muy difíciles de tranquilizar. Este apego aparece ante madres quisquillosas, incoherentes o que miran en pro de su propia conveniencia (y no la del hijo)”. Fte: http://apegosposibles.com/aprende/apego-infantil

Apego evitativo: “Hay poca ansiedad ante la separación con la madre y poco interés en el reencuentro, no miran a los ojos de la madre, rehuyen el contacto visual. Sí lloran cuando están solos (pero no si hay un extraño). Aceptan que les reconforten los extraños aunque también pueden ignorarlos, pero suelen ser muy sociables con ellos. Este apego aparece ante madres lentas en respuesta a las necesidades del niño y frías (hay poco contacto afectivo).” Fte: http://apegosposibles.com/aprende/apego-infantil

JM Cortés Psicoterapeuta Familiar y de Pareja. Psicologo Sanitario, Col. No M-23501.

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