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En el mundo de la pareja suele ser una dinámica bastante común el que, en lugar de dos, sean tres en su campo emocional, lo que significa que la atmósfera de la pareja incluye a un tercero sobre el cual pivotan sus más importantes dinámicas.

Efectivamente hablo de la traición, pero no solo quiero exponer los sucesos en los que el tercero es un compañero sexual, sino también otros, más engañosos y menos evidentes, que también tienen graves consecuencias para la pareja y la familia.

La traición con una pareja sexual tiene que ver con la libertad y los pactos que se establecen en el ámbito de lealtad y la fidelidad sexual, respecto a este tema hay dos tipos de ideas contrapuestas (la traición en un grave atentando vs. es un hecho normal).

Hay quienes dicen que el ser humano desde nuestros más antiguos antecedentes ha tenido impulsos sexuales y deseos de estar con más de una persona, y que en concreto el hombre, está constituido para producir un gran número de células germinales para fecundar al mayor número de hembras posibles.

En contraposición, están quienes dicen que la necesidad de atención y el egoísmo hacia nuestros seres queridos es innata en el ser humano, y que tener que compartir esa atención es algo que nos genera enfado, como cuando los hermanos rivalizan por obtener atención de sus progenitores. Además, la especie humana invierte mucho tiempo y esfuerzo en criar a sus descendientes, quienes necesitan un cuidado muy atento para poder sobrevivir. Los hijos son dependientes de sus padres durante muchos años, lo que hace que la presencia de una pareja estable donde ambos progenitores estén involucrados en la protección y atención a los pequeños hace más probable que sobrevivan.

Estas dos posturas están en tensión dialéctica y en cualquier caso ambas ideas están muy influenciadas por el género y la cultura, contribuyendo de forma directa en el modo de conceptualizar las relaciones de pareja.

Algunas dinámicas que rodean el tema de la infidelidad son las siguientes:

  • Sea por la razón que sea (luchas de poder, desamor, aprendizajes de la familia de origen…) ocurre que uno de los dos miembros de la pareja no está disponible sexualmente y se siente liberado cuando el otro toma un amante, como si se repartiese con este último el trabajo de la intimidad y la sexualidad. En este caso la relación podría sobrevivir gracias a un tercero (o terceros).
  • Una segunda dinámica es justamente la contraria, el amante sirve para desatar la crisis y abrir la puerta a un reacomodamiento o a una separación que lleva tejiéndose tiempo atrás, pero que ninguno de los dos miembros de la pareja era capaz de abordarla.
  • Una tercera dinámica tiene que ver con lo que se conoce como una escalada de compensación negativa, donde uno o los dos miembros de la pareja compensan heridas provocadas en la relación teniendo intimidad y sexualidad con otras personas a modo de “venganza”, a sabiendas del dolor que causa y precisamente por ello.
  • Una cuarta se relaciona con la repetición y la lealtad a la forma en la que se hicieron las cosas en la familia de origen o los mensajes que los padres nos dijeron tanto de forma verbal como de forma no verbal.
  • Una quinta dinámica la encontramos en personas que se resisten a dejarse tener o se sienten en profundo temor al abandono, viven el amor como algo lesivo y tienen miedo a acabar atrapados de verdad en una relación. Utilizan la infidelidad como un mecanismo de defensa a modo de autoboicot.

La traición con la familia de origen. Cada uno de nosotros tiene una serie de expectativas en relación con el otro, estas peculiaridades vienen de la historia que cada uno ha tenido en su propia familia de origen. En la práctica podemos decir que la relación de pareja representa la esperanza y la ocasión de modificar la relación que hemos tenido con nuestros padres.

En este punto se habla de que existen personas que se han separado físicamente de sus padres, pero que no consiguen considerar la relación de pareja como la relación en la que invertir más, porque estas personas están vinculadas a su familia de origen, y en particular, a uno de los padres.

Estas dificultades para desvincularse pueden tener su origen en la dependencia de una relación gratificante donde el cónyuge en cuestión recibe más de lo que da de uno de sus progenitores. Pero en el caso contrario también existen dificultades para emanciparse de la familia de origen, si uno no se ha sentido lo suficientemente amado tratará de regresar para sanar la herida de deseos infantiles de atención y amor. Es difícil separarse de alguien que no nos ha dado todo aquello que nos pertenecía, lo que provoca que el cónyuge no se ponga en primer lugar, pero represente un tipo de sucedáneo, nunca del todo satisfactorio, de una relación en la familia de origen que ha podido dar demasiado o demasiado poco.

La traición con el trabajo. La realización de uno mismo a través del trabajo o de una afición. Hay personas que basan su identidad en relación a su profesión o a sus aficiones. A través de la implicación compulsiva en el trabajo se resuelve una duda de fondo sobre la propia identidad y sobre el propio valor, que la persona no sabe resolver de otra manera por el tipo de historia familiar que ha tenido y con los valores que ha hecho suyos.

En estos casos se descuida a la pareja por una necesidad de reconocimiento, de reforzar la autoestima a través de la afirmación profesional.

La traición con el hijo. El hecho de que para uno de los miembros de la pareja es más importante, da más satisfacción, es más bonito pasar el tiempo con el hijo y pensar en él antes que estar con la pareja. Esta situación es arriesgada, pues el hijo corre riesgo de patología, ya que supone un conflicto de lealtades y desembocará en problemas para desvincularse de su familia de origen.

La traición con las adicciones. El consumo de sustancias adictivas cumple la función de analgésico emocional contra el dolor, pero lleva a la destrucción.

El alcohol y otras sustancias “calientan” el corazón y actúan como amores seguros, siempre disponibles, especialmente para aquellas personas que no se sienten queridas, despreciadas por su pareja o por su familia de origen, o bien en su familia el padre era despreciado por su mujer o viceversa.

El adicto va hacia la sustancia buscando el calor que le falta porque no se siente querido, y su pareja lo desprecia por ello, pero entonces el adicto se siente aún más despreciado y consumen más, y así una escalada imparable de difícil solución si no se aborda de forma explícita.

En definitiva y como se pretende mostrar, el tercero que configura el triángulo puede ser un amante, el alcohol, drogas u otras sustancias, la madre o el padre de alguno de ellos, un hijo especialmente querido por uno de los padres por encima del otro progenitor o incluso un trabajo o vocación especial. Lo importante en todo ello es que requiere ser trabajado, ordenado y liberado.

Escrito por Ana Rosa Suarez psicóloga del equipo NB.

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