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Se preguntaba Frida Kalho si se podían inventar verbos, para decirte, “yo te cielo, y así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida”. Y nos imaginamos un amor amplio, inagotable, cálido y robusto. Recuerdo la frase de Frida, y se me viene a la cabeza la antítesis de su cielo-amor. Porque muchas veces yo te cielo, hasta que te infierno, y así mis garras se extienden enormes, para incendiarte sin medida.

¿Qué nos pasa en las relaciones de pareja? Comencemos entendiendo las diversas fases del vínculo amoroso:

Enamoramiento: Constituye la etapa inicial de la mayor parte de las relaciones. Está caracterizada por las famosas “mariposas en el estómago” y el deseo sexual suele ser muy elevado. Es la fase de la idealización amorosa. Intentamos mostrar lo mejor de nosotros mismos y observamos a la otra persona con características personales de cuasi-perfección.

Fase de desencanto: Nos damos cuenta de que la persona que tenemos al lado es un simple mortal, con sus imperfecciones, defectos y virtudes. Comienzan a ponernos “nerviosillos” algunas de sus conductas. La idealización cae en picado y humanizamos a la persona que tenemos en frente. En este punto podemos darnos cuenta de que no nos interesa continuar la relación y uno de los dos miembros de la pareja, o de manera conjunta, dan fin al vínculo.Otra opción es la conformación de una relación de pareja, no ya basada en la idealización, sino en el acompañamiento, el amor y compromiso. Así daríamos paso a la siguiente etapa:

Amor-compañero: para transitar a esta fase es necesario reconocer la individualidad del otro, aceptando la posibilidad de crear espacios personales sin descuidar los interrelacionales. En esta última parte de la construcción del amor, caminamos juntos hacia metas conjuntas, sin entorpecer las individuales. ¿Cuáles son algunas de las habilidades básicas para transitar a esta fase cuidándonos y cuidando a nuestra pareja?

  • Saber escuchar sin juzgar.
  • Saber expresar sentimientos y acoger sentimientos ajenos.
  • Identificar y expresar nuestras necesidades.
  • Hacer actividades conjuntas que nos gusten. Decirnos cosas bonitas.
  • Negociar, saber afrontar y resolver problemas, proteger y encontrar técnicas para cambiar las estrategias negativas que entorpecen la relación.
  • Controlar nuestra rabia, ayudar a que el otro controle su rabia
  • Aprender a hacer pausas en la relación.
  • Poner límites a la familia de origen.
  • Definir con precisión las reglas y cumplirlas.

El amor no es algo que tenga que hacer sufrir. Es difícil. Hay que esforzarse. En ocasiones duele. Pero la mayor parte de las veces nos hace crecer y expandirnos. Esto sólo podremos encontrarlo creando relaciones de pareja saludables, en las cuales ambos miembros de la díada se esfuercen en establecer un vínculo de respeto mutuo.

La mayoría de nosotros creemos que quererse mucho es sinónimo de que algo va bien. Cambiemos el pensamiento. No nos queramos mucho, querámonos mejor.

Escrito por Ana Moyano psicóloga del equipo NB

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