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Nuestro cerebro tiene dos hemisferios, separados por un ecuador biológico que se llama “cuerpo calloso”. Cada uno de los hemisferios parece estar especializado en analizar la experiencia de una forma diferente. De forma resumida, podríamos decir que son dos profesionales muy distintos que tratan de resolver los mismos problemas aportando sus puntos de vista diferentes pero complementarios.

Así, nuestro hemisferio derecho, sería nuestro “artista”. Se dedica a analizar la experiencia de forma global, sin prestar atención a los detalles. Se le da muy bien convertir las emociones y las sensaciones en símbolos, metáforas, analogías. Apenas habla, y mucho menos de cosas concretas o prácticas. Más bien, suele permanecer callado, expresándose a través del arte, la comunicación no verbal, o como mucho, las metáforas.  Es bastante impulsivo y visceral, le gusta dejarse llevar por lo que siente, es expresivo y está en conexión con el cuerpo y las sensaciones.  Recoge las experiencias negativas, las emociones desagradables y nutre su oscuro mundo con ellas.

Nuestro hemisferio izquierdo, sin embargo, es nuestro “lingüista”, nuestro procesador de datos. Se encarga de procesar la información lógica, racional, concreta. Analiza los detalles de la información, sin importarle demasiado el significado global de las cosas, sino más bien, prestando atención a cada pieza del puzzle que deba resolver.  Además es un erudito del lenguaje, le gustan las palabras y comunicarse explicándolo todo de la manera más analítica y lógica posible. No le gusta perder el tiempo con asuntos simbólicos, con mundos imaginarios… se centra en lo concreto, lo práctico y positivo.

El hemisferio derecho, sabe la imagen del puzzle que se va a resolver, el izquierdo, va eligiendo piezas y analizando sus características. ¿Qué es lo mejor de todo esto? Que el uno sin el otro es incapaz de resolver el puzzle. El hemisferio derecho se pasaría horas tratando de formar una imagen que guarda en su memoria sin ser capaz de ver con definición los detalles de cada pieza del puzzle, y por su parte, el izquierdo vería estupendamente estas piezas, pero no sabría como juntarlas porque no conocería la imagen que hay que construir.

Pues bien, parece que, en función de numerosas características de nuestro desarrollo psicobiológico, muchos de nosotros tendemos a ser zurdos o diestros “cerebrales” en cuanto al procesamiento de la experiencia se refiere.  No obstante, un desequilibrio hacia alguno de los dos lados puede ser causa o efecto de diversos problemas psicológicos, y en parte, la terapia psicológica, ayuda a restablecer el equilibrio, permitiendo disfrutar de las funciones propias de cada hemisferio para procesar cada experiencia de la forma más saludable.

Escrito por Nerea Bárez (Psicológa)

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