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Juan Carlos Serrano
Psicólogo en NB Psicología

Muchas frases motivadoras inciden en “Querer es poder” y muchas otras afirmaciones positivas que, en ocasiones, ayudan y en otras hunden más. Ver que alguien dice que se puede y yo no puedo no ayuda mucho a motivarse. Pensar que el resto del mundo consigue sus objetivos, o eso dice, y a mí me cuesta o me resulta imposible hace que vaya entrando en un bucle de negatividad.
Podemos pensar y consolarnos en que no todo el mundo lo consigue, que tirando de refranero “no es oro todo lo que reluce”, aunque con el mismo refranero diríamos que “mal de muchos, consuelo de tontos”.
Hay muchas razones que pueden incidir en el éxito o no de nuestras pretensiones. Aunque es un tópico, considero imprescindible insistir en que cada persona es única. La frase de Ortega y Gasset que plantea que: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo» es vital para entender los porqués del éxito o no en la consecución de objetivos. Que alguien pueda conseguir lo que quiere y otra persona no depende más de otras muchas variables. Personales, profesionales, familiares, físicas, psíquicas, emocionales… tantas y tantas variables que, insisto, para poder no vale sólo con querer. Y, ¿entonces?
Definamos los términos que planteo en el título.
Querer: tener el deseo, la voluntad o la intención de hacer, poseer o lograr algo.
Poder: tener la capacidad o facultad de hacer determinada cosa. Estar una persona en condiciones de hacer determinada cosa por no haber nada que lo impida.
Deber: tener una persona una obligación moral con otra. Tener alguien una cosa como una obligación preferente que debe anteponer a sus propios intereses. Expresa la obligación de realizar algo o la necesidad o conveniencia de que ello se cumpla.
Teniendo en cuenta las definiciones, hago hincapié en los factores que considero modulan la consecución del objetivo marcado.
Puedo querer mucho algo, o a alguien, tener un deseo real de ello. Es mi sueño. Ante eso, cabría añadir que ese algo tiene que estar muy claro, ser un objetivo real, que cumpla una serie de características. Ha de ser específico, medible, alcanzable, relevante y temporal.
Específico: escritos de manera simple y clara, logrando definir exactamente qué vamos a hacer. Implica establecer el qué, el por qué y el cómo.
Medible: para tener evidencia de que se ha logrado un objetivo, es necesario que nuestras metas sean medibles, cuantificable.
Alcanzable: algo que puedas cumplir. Debes tener los conocimientos, habilidades y competencias necesarios para cumplirlos. Aquí entra en juego el PODER.
Relevantes o Realista: alcanzable es una cosa y otra cosa bien distinta es que sea realista. Es importante, de nuevo, que midas tus fuerzas, que seas consciente de los recursos de los que dispones y los recursos que necesitarás para la consecución del objetivo. Es importante que tomes consciencia real si esos recursos que necesitas están en tu mano.
Temporal: es necesario establecer un periodo límite para conseguir cada objetivo.
Con este método entramos en los dos primeros vértices del triángulo, querer y poder.
“Quiero comprarme una casa” es un objetivo. Aunque es una redacción que no encaja con lo que comentaba antes. “Quiero comprar un piso de 2 dormitorios, de unos 55 metros cuadrados en la zona de Prosperidad antes de final de este año” se acerca algo más.
Valorar si tengo la capacidad es el segundo paso, el del poder. Capacidad de buscar, económica para hacer frente a los costes iniciales y, en su caso, a la hipoteca y demás costes añadidos posteriores asociados a tener una propiedad.
Y resueltas esas dos fases, ¿por qué no lo consigo?
Ahí es dónde considero que entra el DEBER. Ante determinadas situaciones, ¿debo o no debo hacer lo que quiero y puedo? Entra la obligación moral o la conveniencia del objetivo.
Ante el deseo y la capacidad de cambiar comprarme un piso e independizarme, ¿Gastarme lo que tengo ahorrado es bueno para mi futuro? ¿Dejar a mi padre y mi madre mayores solos en casa? ¿Es egoísta por mi parte?
Todas esas dudas no ayudan en la consecución de nuestros objetivos. En la imagen que acompaña el artículo quiero mostrar cómo aunque quiera y pueda, el deber puede que tire hacia abajo, lastre la fuerza que querríamos hacer.
Un ejercicio para saber dónde posiciono mi objetivo es situarlo en el centro del triángulo y ver con qué fuerza tira cada uno de los 3 factores y observar la posición final. El objetivo ideal seguiría en el centro. Según hacia dónde se acerque más nos indicará a qué factor tenemos que hacer más caso y trabajarlo más.

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