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Eva Muñoz del Mazo
Psicóloga equipo NB

A pesar de tener; normalmente, la mejor de las intenciones, a menudo los adultos tienen verdaderas dificultades para aceptar los sentimientos de sus hijos e hijas. Esto hace que acaben negando cómo se sienten, que den otras interpretaciones a esas emociones, que les den consejos o sermones, o incluso que reaccionen de mala manera a emociones del niño que no saben cómo gestionar. Y muchos padres pensarán al leer estas líneas que no hay nada de malo en dar consejos o sermones a los hijos porque forma parte de su educación. La cuestión es que cuando un niñ@ (y en menor medida, también los adultos) expresan un sentimiento, una emoción o una vivencia interna, nos guste éste o no, lo que en realidad necesita esa persona es sentirse escuchada y comprendida. Es decir, que nos demuestren que esa emoción no es mala, inadecuada o juzgada: nos sentimos así y eso está bien. En otras palabras, que nuestra emoción es aceptada. Los consejos pueden ser útiles, pero no en ese momento. Si la emoción no es tratada con esta actitud de respeto y aceptación, los consejos no van a ser útiles en ese momento y además estaremos enseñando a los niñ@s que no tienen derecho a sentirse de tal manera, que las emociones son dañinas o que lo primero que hay que hacer es cambiar o negar la emoción en cuestión. Aunque este trato con las emociones es muy habitual, no es saludable a largo plazo para la salud emocional de niños.

Ejemplo 1:

Niño: Mami, hace mucho calor aquí

Adulto: Está haciendo frío: déjate puesto el suéter.

Niño: No, tengo calor.

Adulto: ¡Te dije que te dejaras el suéter puesto!

Niño: No, tengo calor…

Ejemplo 2:

Niño: Mami, estoy cansado

Adulto: No puedes estar cansado, acabas de dormir la siesta.

Niño: (en voz más alta), Pero ¡estoy cansado!

Adulto: No estás cansado: sólo tienes un poco de sueño, vamos a vestirte

Niño: (sollozando). ¡Estoy cansado!

*Ejemplos extraídos de Faber y Mazlish, (2013)

En estos ejemplos de la vida diaria se aprecia una tendencia a negar al niño su vivencia, o darle otra interpretación, y por tanto sus emociones no se calman sino que, muy al contrario, reaccionan peor (o bien con mal comportamiento, con más enfado, sollozos, etc.). Es importante notar las reacciones de los niños y niñas. El comportamiento comunica aspectos de su vivencia interna que aún no pueden expresar adecuadamente. Por eso la mejor manera de enseñárselo es ser buenos modelos. 

 

Lo primero, por tanto, es ser receptivos y sensibles a sus sentimientos y tratar de conectar con ellos desde un punto de vista emocional. De hecho, cuando se portan mal, es precisamente cuando más suelen necesitar ese tipo de conexión, porque no están siendo capaces de regular el malestar adecuadamente. Si ante el mal comportamiento de un niño, el adulto solamente reacciona con enfado o mal humor, lo más probable es que esa respuesta emocional aumente. Con lo que se pueden crear bucles muy dañinos que a la larga crean malestar emocional en el niño y empeoran la relación. 

Aquí es importante señalar que la conexión emocional no significa ser permisivos. Ambas no son en absoluto excluyentes, sino que al combinarse aportan al niño o niña una oportunidad de regular sus emociones y tener claros límites que han de aprender. 

En palabras de Siegel y Bryson (2015), “Tan pronto como hemos conectado con nuestro hijo y le hemos ayudado a tranquilizarse, es más posible que pueda oírnos y entender del todo lo que estamos diciendo, podemos redirigirlo hacia una conducta más apropiada y ayudarle a encontrar un comportamiento mejor”.

Después de conectar emocionalmente, cuando el niño/a esté más calmado, ya podemos redirigir la conducta. Es decir, poner límites, darles información que probablemente no conocían, mostrarles con amor las consecuencias de sus actos, etc. 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Faber, A., Mazlish, E., & Coe, K. A. (2013). Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen. Edivisión.

Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2015). Disciplina sin lágrimas: Una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo. B DE BOOKS.

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