La mayoría de las personas nos hemos planteado alguna vez cómo una situación de violencia de género puede afectar a las mujeres que la están sufriendo y cómo este tipo de situaciones generan consecuencias a corto y a largo plazo a todos los niveles.
Pero, ¿qué pasa con los niños y las niñas que están viviendo esta situación?
Es un mito que dentro de la violencia de género en la pareja, la conducta del agresor no sea un riesgo para los hijos y las hijas. Desde que los padres y las madres están imaginando tener un bebé, su relación de pareja está afectando al futuro hijo que tengan. Por ejemplo, si es deseado o no, o si es fruto de abusos sexuales hacia la mujer que está siendo víctima de violencia de género. También es muy importante cuando la madre está embarazada. Por ejemplo, si la madre está expuesta a situaciones estresantes o no, o si tiene que estar escuchando gritos e insultos continuamente.
Cuando el hijo o la hija nace, el riesgo se hace más evidente. Durante los primeros meses, es fundamental el vínculo seguro entre un cuidador/a principal (que suele ser la madre) y el bebé, ya que él bebé es totalmente dependiente y debe establecer una base segura para poder explorar el mundo. En situaciones de violencia de género se dan circunstancias que no facilitan un vínculo sano y seguro por los constantes conflictos que se producen llenos de cambios repentinos, gritos que alteran la seguridad de los y las menores y determinan una menor disponibilidad en los cuidados y la protección de las personas adultas por el estrés en el que se encuentran inmersas.
La exposición a la violencia de género origina consecuencias negativas en la infancia, independientemente de la edad de los niños y niñas que la sufren. En función de la edad se harán evidentes estas consecuencias de una manera o de otra, pero los efectos negativos se traducen en síntomas psicológicos como ansiedad, depresión, enuresis, alteraciones del sueño, problemas de conducta, estrés post-traumático, dificultades de aprendizaje, déficit de atención con hiperactividad, etc.
Por otro lado y dado que los niños aprenden a definirse a sí mismos, a entender el mundo y cómo relacionarse con él a partir de lo que observan en su entorno más próximo, es alarmante el modelo que estos niños y niñas están viviendo en su casa. Los niños y niñas aprenden a autorregularse y a entender el significado y funcionamiento de las relaciones interpersonales, a partir de lo que observan y de lo que viven en su familia. Estos niños y niñas víctimas de violencia de género observan y viven relaciones violentas, desigualitarias y ambivalentes, entre otras cosas.
Por tanto, aunque no todos los niños y niñas nos van a mostrar su dolor, es importante tener en cuenta que a ellos también les duele la violencia de género. Tratar de acompañarles en la integración y comprensión de sus vivencias para que puedan darles sentido y así ser un poco más libres para poder responsabilizarse de no repetir este tipo de relaciones en el futuro.
Escrito por Inés Alonso psicóloga del equipo NB.