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Pensamos que son las otras personas. Las que nos agreden, las que se portan mal, las que no nos quieren como yo merecería, las que las que las que… Pensamos que es el resto, quien pone malas caras y no cumple nuestras demandas, las que no nos cuidan. Pensamos y volcamos, la responsabilidad, en la otra persona. La responsabilidad de que yo esté bien, de que me sienta cuidada, contenta, segura, feliz. Pero, ¿qué hay de mí en todo esto?


Es evidente que merecemos defendernos y demandar buenos cuidados por parte de las personas que nos rodean, pero en última instancia, los últimos responsables de nuestra existencia adulta somos nosotros mismos. Claudio Naranjo, psiquiatra y escritor chileno refiere que “La responsabilidad no es un deber sino un hecho inevitable. Somos los actores responsables de cualquier cosa que hagamos. Nuestra única alternativa es reconocer tal responsabilidad o negarla. Y percatarse de la verdad, nos cura de nuestras mentiras.”


Pero, ¿qué es la responsabilidad? Sería la capacidad de hacernos cargo de nosotros mismos, de nuestras actitudes, emociones, pensamientos y conductas y responder acorde a esto. Si no somos capaces de hacer este proceso, tenderemos a victimizarnos (a través de la idea de que no puedo hacer nada por mí misma) o a perseguir a las demás personas (creyendo que son ellas los únicos responsables de lo que sucede en mi vida). Estas dos opciones resultan profundamente dramáticas, ya que coloca mis posibilidades vitales en manos de los otros (locus de control externo) y dificulta enormemente poder sostener nuestra propia vida.


Uno de los primeros pasos para ir generando un locus de control interno es tomar consciencia de por qué y para qué hago lo que hago. Si tú y yo estamos frente a frente y ponemos una película invisible entre los dos, yo puedo hacerme cargo del espacio que hay de esa película invisible a mí. El resto de espacio es de la otra persona y son él o ella los que tiene el derecho y el deber de actuar conforme a ella. Incluso en los momentos de la vida en los que sentimos que tenemos poco margen de maniobra, podemos decidir. Como decía Viktor Frankl “si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.


Ana Moyano Cabrera

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Desde NB Psicología y el Instituto Español de Psicoterapia Integradora (IEPI) ofrecemos tratamiento gratuito para fobias específicas como parte de un proyecto de investigación. ¿En qué consiste una fobia? Es un miedo intenso e irracional a un estímulo concreto. Por ejemplo, ¿tienes miedo al dentista, a las alturas, a volar en avión, a las cucarachas…? Entonces podemos ayudarte. Participa en nuestro estudio; recibirás terapia breve y focalizada para este problema, totalmente gratuita, y nosotros aprenderemos más sobre este tipo de problemas. Queremos contrastar qué intervención de las que hay en psicoterapia es más eficaz, y cómo podemos ayudar a los pacientes a dejar de tener miedo más rápidamente. Inscríbete ahora aquí: https://forms.gle/F1jJiWdxPEuXombH6

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Desde NB Psicología impulsamos la investigación para la mejora de la psicoterapia.

En la actualidad tenemos un proyecto en marcha para contrastar la efectividad de diferentes técnicas terapéuticas en el tratamiento de las fobias simples. Por ello, buscamos personas interesadas en participar en dicho proyecto. Si tienes un miedo intenso a algo concreto (por ejemplo, volar en avión, los insectos, las alturas, el dentista, etc…) y deseas participar voluntariamente recibiendo un tratamiento gratuito que forme parte de la investigación, rellena el formulario que encontrarás en el siguiente enlace y nos pondremos en contacto contigo para explicarte las condiciones.

Pincha aquí para ir al formulario https://goo.gl/forms/ebfvOP6iOvPdu3F63

Correo de contacto para dudas: investigacion@nbpsicologia.es

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“Susana es una mujer de 36 años que trabaja como jefa de laboratorio en una empresa química. Desde hace un tiempo nota que se ha vuelto más escrupulosa. Siente a menudo que se puede contaminar y que puede contaminar a otros. Esto le obliga a lavarse las manos cada vez con más frecuencia, llegando a los 30 lavados diarios. En su trabajo manipula sustancias químicas peligrosas que justifican adoptar ciertas medidas de precaución. No obstante, reconoce que su cautela va más allá́ de lo razonable y acude a consulta psicológica precisamente porque teme que los demás puedan notar algo y considerarla rara, lo que podría impedir su promoción en su empresa. Cuando indagamos en su vida privada encontramos que esa cautela también se presentaba en casa: necesitaba lavarse las manos casi tantas veces como en el trabajo, la ducha duraba unos 30-40 minutos y debía seguir un orden concreto de modo estricto, cada lavado debía realizarse de un modo determinado para prevenir el contagio de gérmenes que podían quedar en el lavabo. En ocasiones los lavados debían repetirse más de lo habitual, hasta lograr una sensación de descontaminación completa. Lo que más le angustiaba era verse encerrada en una situación absurda: sabía que no se estaba contaminando con nada, pero le producía tanta ansiedad no lavarse que se veía obligada a ello, una y otra vez.” (Moreno, et al., 2008)

Como Susana, entre el 2-4% de la población global, presenta una sintomatología parecida a esta. Hablamos de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) un trastorno que afecta a la vida diaria de las personas que lo padecen y si bien es cierto que cursa con diferentes variantes, hay dos elementos que lo caracterizan: las obsesiones y las compulsiones.

Cuando hablamos de obsesiones hacemos referencia a aquellos pensamientos, impulsos o imágenes que, incurren de forma inapropiada e intrusiva, generando ansiedad o malestar. Todo ello debemos diferenciarlo de las conductas de preocupación cotidianas y que son compartidas por la mayoría de personas porque, aunque aparezcan de forma intrusiva, no son generadores de malestar y pueden controlarse.

Por otro lado, se presentan las compulsiones, es decir, comportamientos (ej:ordenar) o reacciones internas (ej:rezar) que tienen como finalidad reducir los niveles de ansiedad. Suelen ir relacionados con las obsesiones ya que es la forma que el paciente reconoce como más útil para poder rebajarlas y a su vez son el elemento que mantiene las obsesiones.

Dentro del trastorno obsesivo-compulsivo hay algunas modalidades que se repiten con más frecuencia en la población que lo padece, y que no se excluyen mutuamente, es decir, hay varias categorías que pueden darse a la vez. Las variantes que más se repiten son:
De limpieza: La persona que presenta esta variante tiende a realizar conductas de lavado de forma repetitiva como forma de reducir determinados pensamientos.
De orden o simetría: Suele ir relacionado con la idea de que si no se llevan a cabo determinadas conductas de orden o simetría (ordenar los elementos según ciertos criterios, no pisar determinadas baldosas), podría suceder un evento negativo cuyas consecuencias pueden ser irreversibles.
De repetición: Con el fin de evitar ciertos acontecimientos que se consideran catastróficos, estas personas tienden a repetir constantemente ciertas frases o conductas.
De comprobación: Por miedo a que suceda algo negativo, estos individuos necesitan llevar a cabo algunos rituales de comprobación e incluso necesitan de la reafirmación de personas de su entorno para asegurarse de que han realizado ciertos comportamientos.  
De acumulación: Se caracteriza por la necesidad de guardar gran cantidad de objetos ya que constantemente piensan en que en un futuro puedan tener utilidad.
Compulsiones mentales: No se trata de conductas visibles para los demás ya que suelen estar más relacionadas con los pensamientos (repetir frases o números) y que permiten reducir la ansiedad que generan las obsesiones.

El papel que juegan las familias en el caso de este trastorno es de gran importancia ya que ayudan a su entendimiento y normalización. Es un trabajo duro ya que acaba por afectar al funcionamiento normal de la familia, por lo que es importante el apoyo por parte de este núcleo fundamental de la vida de las personas.

Por último, es necesario señalar la dificultad que presentan estas personas a la hora de acudir a tratamiento. Son varias las investigaciones que afirman que la mayor parte de ellos tardan en torno a 7 años en pedir ayuda psicológica, por lo que en gran medida se acaba presentando una mayor dificultad para superarlo. Esto se debe a que muchas de las conductas que se adquieren, pasan a formar parte de su repertorio normal de comportamientos. Por todo lo anteriormente expuesto consideramos de gran importancia no tener miedo a pedir ayuda cuando se considera que un problema como este puede estar apareciendo.

Moreno, P., Martín, J., García, J. y Viñas, R. (2008). Dominar las obsesiones. Una guía para pacientes. Madrid: Desclée de Brouwer.
Lopez, T., Barrera, I., Cortés, J., Guinés, J. y Jaime, M. (2011). Funcionamiento familiar, creencias e inteligencia emocional en pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo y sus familiares. Salud Mental, 34, pp.111-120.
Sánchez, M. Gómez, A. y Méndez, F. (2003). El tratamiento psicológico del trastorno obsesivo-compulsivo en Europa: un estudio meta analítico, Psicología conductual, 11 (2), pp.213-237.
García, G., Belloch, A. y Morillo, C. (2008). Sobre la heterogeneidad del trastorno obsesivo- compulsivo: una revisión. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 13, (2), pp. 65-84.

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