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Quiero comenzar esta especie de diario con el único propósito de poder ayudar a otros a que no cometan los errores que yo mismo cometí. Quizá hay otro motivo oculto, y es que sacar lo que llevo dentro siempre ha sido más útil que no hacerlo.

Comenzaré por introduciros rápidamente. Tengo 29 años y hace aproximadamente 1 año y medio que no juego a nada que implique algún tipo de dinero.

Para poneros en situación, os diré que era una persona más o menos normal, a excepción de que en ese momento, sufría una grave adicción al Cannabis, especialmente marihuana, aunque también consumía hachís.

Esta adicción viene de mucho más atrás, aunque siendo sinceros, en ese momento para lo único que me servía era para acallar mi conciencia y despejar todos los problemas que mi ludopatía estaba generando. Sobre todo en mi entorno.

He de aclarar antes de empezar, que la ludopatía era una adicción distinta en muchos sentidos a mi otra adicción. Pero al final, el problema parte de que la adicción siempre te acaba controlando. Como podéis imaginar, yo era de esos de “puedo dejarlo cuando quiera”, pero era más que obvio que no era cierto.

La diferencia principal con mi otra adicción es que no me hacía pasar lo que todos conocemos como “mono”. Pasar por delante de una de las tantas salas de juego que han proliferado últimamente no significaba ninguna tensión para mí. Digamos que escondía mi adicción de una manera mucho más simple.

Pero eso solo fue el principio…

Comencé a dejar mis obligaciones de lado para ir a jugar. Las apuestas deportivas y la ruleta eran mis juegos favoritos. Digamos que los únicos que alcanzaba a comprender, lo que me hacía pensar que era capaz de ganar. En esos momentos mi deber era trabajar y estudiar, y como el trabajo era remunerado, los estudios fueron los sacrificados, ya que a la vez me encontré con un “rechazo” al no verme capaz de finalizarlos, por lo que de alguna manera intentaba ganar un dinero que soñaba me ayudaría a no depender de ninguna de mis dos obligaciones.

Al principio, programaba las cantidades que podía gastar sin que mi economía se viese afectada de verdad. Además, las ganancias (pocas en comparación al gasto) me ayudaban a jugar con las cifras. Lo que me permitió mantener oculta mi adicción.

Por supuesto, comencé a mentir sobre dónde, cuándo y con quién estaba en los momentos en los que jugaba. Mientras yo seguía fingiendo asistir a clase, de camino a mi centro de estudios o a casa, mis ganas de jugar crecían, al igual que las cantidades que gastaba. Comenzaron los días de pérdidas, y en mi convicción de que el juego era la clave para conseguir dinero fácil, intentaba recuperar siempre la cantidad invertida. A veces lo conseguía, pero la mayoría de las veces no lo hacía. Aunque no jugaba grandes cantidades, ya que no disponía de ellas, poco a poco fui cavando mi propio agujero económico y moral. Siempre que perdía, comenzaba una lucha conmigo mismo. Como una especie de voz al final de un túnel que me decía la verdad.

Pero el cannabis y ganar se ocupaban de sepultar esa voz. De hecho, ganar en un juego de azar es una sensación de falsa victoria con la que simplemente (y no pretendo decir nada nuevo) te mantiene enganchado. Si lo piensas detenidamente, no has ganado nada. De hecho, podría decir que acertar un número de la ruleta o ganar una apuesta deportiva era como una batalla ganada dentro de una guerra perdida.

De hecho, como las matemáticas no mienten, solo tenía que hacer un cálculo general para saber que esto estaba pasando. Que estaba enganchándome al juego a marchas forzadas y que además, estaba perdiendo dinero, amor (propio y ajeno) y dignidad.

Me había convertido en una persona débil. Ya no solo nublaba mis problemas con Cannabis en cantidades de record, sino que además, utilizaba las ganancias como si me estuviese haciendo rico. Por un breve momento de tiempo, el dinero podía tapar toda esa bola de mentiras que estaba creando.

Podría decirse que ese fue el comienzo de mi adicción. La posibilidad de ganar más dinero, manteniendo así mi vida normal y continuar consumiendo marihuana. Haciendo que “no se notara”

Escrito por Alejandra Sánchez psicóloga del equipo NB

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